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El oro en Santander I

Julio Carrizosa Umaña

08 de diciembre de 2013 - 06:00 p. m.

La última vez que el oro de Santander se usó juiciosamente fue cuando se envió en mulas para costear el ejército que consiguió la libertad del Ecuador y del Perú.

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Durante toda la colonia el oro había sido factor de esclavitud y financiador de despotismo y en la República apenas ha sido suficiente para sostener algunas familias.

Sin embargo, el oro de Santander, como el de todo el territorio que hoy llamamos Colombia, fue el fundamento espiritual de decenas de comunidades que gozaban trabajándolo y viéndolo colgar de sus viviendas o adornando sus cuerpos. Al fin y al cabo los europeos que nos invadieron no derrotaron a guerreros tan avezados como ellos, sino a pueblos de orfebres.

Cuando parece que el Gobierno se dispone a otorgar títulos mineros sobre el oro santandereano cabe hacer reflexionar al ministro de Minas y Energía acerca de sus responsabilidades como funcionario público de Colombia y a los empresarios para que se den cuenta de las suyas, como habitantes de este mismo planeta.

En primer término las responsabilidades fundamentales, las que, como insisten los bumangueses, tienen que ver con la vida. Me temo que los límites que se han establecido para proteger los páramos no serán suficientes para asegurar que no disminuya la cantidad de agua disponible para los habitantes de Bucaramanga y de los pueblos cercanos y tampoco para evitar la contaminación de esas aguas.

No existe todavía información suficiente acerca de las estructuras y el funcionamiento del ciclo del agua en Santurbán y en sus alrededores. Apenas contamos con algunas intuiciones acerca de la muy intrincada red hídrica que recibe las precipitaciones, las escurre ladera abajo, las infiltra hacia las capas freáticas, las percola para alimentar los acuíferos o las concentra en pequeños hilos que rápidamente fluyen hacia riachuelos y quebradas. Cuanta agua se infiltra o se percola, cuanta permanece en la zona freática, cuanta logra moverse hacia los depósitos subterráneos o cuanta resurge a la superficie y en qué sitios, depende de la composición química, física y biológica de la flora y los suelos en donde cae la lluvia, de los minerales que existen debajo de estos suelos y entre ellos de los perfiles de oro que la encauzan o la detienen.

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Cuando se iniciaron las conversaciones acerca de Santurbán recuerdo que uno de los empresarios mineros declaró que sus ganancias serían tantas que podría suministrar, gratuita y perennemente, agua embotellada a todos los habitantes de la ciudad. Ojalá esa obligación quedara clara en su título minero.

*Julio Carrizosa Umaña

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