El mercado del oro de Santander ha sido y es apenas un mercado de ilusiones rodeado de miserias reales.
Lo fue para José Celestino Mutis antes de que se dedicara a organizar la gran Expedición Botánica; en la mina de la Muntuosa perdió todo el dinero que había ganado en Santa Fe como medico y fue allí donde dijo haberse dado cuenta de las miserias de las provincias coloniales y del poder de Santa Fe.
Hoy las ilusiones se fabrican en las oficinas de los especialistas en publicidad para influir en los mercados financieros; la mayor operación de extracción de oro en las montañas colombianas, la primera empresa minera sostenible y en paz con la naturaleza son noticias que entusiasman a posibles inversionistas. La presencia de extranjeros, el ofrecimiento de empleo para los jóvenes y de arrendamientos para los viejos propietarios despierta nuevamente las ilusiones municipales y el aumento del precio del oro en Bucaramanga confirma a los descendientes de los primeros mineros que les llego nuevamente la bonanza.
No saben en Vetas y California que los verdaderos ganadores en estos procesos tienen secularmente características semejantes; Carlos Habsburgo pudo pagar con el oro americano su elección como emperador, los dueños de las empresas venden acciones sobrevaluadas en el mercado internacional tan pronto los gobiernos emiten los títulos mineros, los promotores de los negocios y los técnicos que diseñan los procesos reciben de todas maneras sus participaciones y honorarios.
Frente a las antiguas ilusiones y miserias esta la realidad de Bucaramanga, la ciudad que se desarrolló alrededor de conceptos estéticos, la ciudad de los parques y la ciudad bonita, que hoy es ejemplo de prosperidad y civismo. Tenemos hoy también, como llamamiento al realismo, la decisión de la Ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible que prefirió reflexionar antes de aceptar soluciones simplistas. El reto que ella tiene por delante es gigantesco: establecer medidas que impidan que disminuya o se contamine el agua de Bucaramanga, proteger la biodiversidad del páramo, evitar que esas medidas disminuyan los ingresos de los habitantes de los municipios de Vetas y California, más de 3.500 personas, y cumplir con la locomotora minera.
Ojala en las mesas que se organizaron esta semana para resolver la situación se encuentren consensos, tal vez conociendo en detalle la historia y respetando los intereses de todos los santandereanos se puedan encontrar soluciones.
