Publicidad

Felicidad y capital en el campo

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Julio Carrizosa Umaña
24 de febrero de 2014 - 02:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

En el campo colombiano muchos nacieron y fueron felices y pocos lograron enriquecerse. Esta aparente paradoja surge de las características físicas, bióticas y estéticas de los ecosistemas que constituyen el país y, en especial, de su extrema complejidad.

En la reunión convocada por la Universidad Nacional en Manizales para reflexionar acerca del papel del conocimiento y la acción, del pensamiento y la praxis en la vida, la equidad y los derechos territoriales, en el contexto del séptimo Foro Urbano Mundial UN/Hábitat, se presentaron varias ponencias que avanzaron en la comprensión de este fenómeno. La academia ahora se aproxima a la vida rural con un nuevo respeto y con el ánimo de aceptar su complejidad y evitar las simplificaciones dogmáticas. Los resultados son espeluznantes y es necesario construir nuevos conceptos cuando los campesinos, los afros y los indios recuperan su condición de sujetos. Emma Wills, profesora en la Universidad de los Andes, habla de “paisajes emocionales”, estéticas sociales, formas de vida y formas de ser, saberes e identidades, felicidades que se cortan cuando a la gente se la desplaza del campo. Claudia Puertas, de la Universidad de Antioquia, explica cómo las comunidades rurales construyen “redes de significados” y habla de la posibilidad de perderlos si no instituimos una “justicia espacial”. Óscar Almario, de la Universidad Nacional, insiste en la necesidad de reconocer a los afrodescendientes del Pacífico como sujetos, no como objetos de estudio, sujetos que han logrado construir su territorio libre en uno de los ecosistemas más complejos del planeta. Los tres investigadores coinciden en la importancia de la “dignidad”, no sólo como categoría académica sino como sentimiento fundamental de la vida en el campo colombiano.

Nada de lo anterior tiene que ver con la riqueza monetaria, menos con el capital que se trata de atraer como solución rural. La falta de comprensión de estos fenómenos ontológicos-estéticos-éticos es una de las causas de la violencia. Muchos de los llegados al campo después de 1950 en busca de riquezas, y que no las encontraron fácilmente, pensaron que adquiriendo más espacios y poderes lograrían cumplir con sus deseos y se salieron de sus propios límites morales, extorsionando, estafando, robando o asesinando a sus vecinos más débiles. Este ha sido un proceso secular, pero solamente al finalizar el siglo pasado, mediante la consolidación de los ingresos del narcotráfico, adquirió las características de crueldad y frialdad que nos aterraron.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.