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Es probable que la cuenca alta del Bogotá sea la más importante del país ya que suministra casi la mitad del agua que se usa en Bogotá y en varios municipios de la altiplanicie, más de 8 millones de personas. Por eso su manejo debería ser ejemplar.
Eso no es fácil; en la cuenca alta -que tiene 245.000 hectáreas por encima de la cota 2.650- habitan y trabajan más de cien mil personas y se ubican varios cascos urbanos de los casi 40 municipios que tienen allí territorios. En 1976 en INDERENA pensamos que la solución era declarar allí una Reserva Forestal Protectora-Productora para fomentar la conservación de la vegetación y la plantación de nuevos bosques que influyeran en la calidad y cantidad del agua producida por la cuenca. Solo hace pocos años se reglamentó el uso de los suelos en esta reserva, estableciendo límites a la construcción de viviendas, lo cual ha motivado la protesta de varios alcaldes municipales y de muchos propietarios.
Ante esas protestas el gobierno nacional y la CAR de Cundinamarca contrataron con el Instituto Humboldt un estudio de la situación. Como resultado esa institución presentó al ministerio y a la corporación cinco alternativas de manejo.
La situación actual de la cuenca influye en las inundaciones de la altiplanicie, ha elevado los costos del tratamiento del agua en la planta de Tibitoc y amenaza con hacer imposible el funcionamiento de esta planta. Un buen manejo de la cuenca podría incidir en una mejor regulación de las aguas para obtener caudales más estables y en un mayor control de la contaminación industrial, agropecuaria y domestica de las aguas que son usadas no solo por Bogota y los municipios de la altiplanicie sino por los municipios de aguas arriba, como Subachoque, La Calera y Sopó.
El relativo fracaso de la Reserva no debería inducir la anarquía en el manejo de la cuenca, y sería catastrófico que fuera aprovechado para urbanizar los valles altos, las mesetas y las colinas de la reserva. Se entiende que los propietarios se angustien ante la baja productividad agropecuaria y que los alcaldes busquen aumentar el valor del catastro permitiendo nuevas construcciones, pero el agua de la cuenca es también de la capital y de los municipios de aguas abajo y es deber del gobierno y de la corporación buscar el equilibrio entre los intereses de los 9 millones de habitantes de la región hídrica de Bogota, como la designa Ernesto Guhl. Tal vez los propietarios podrían colaborar para que esto fuera posible.
