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La paz, los saberes y el buen vivir (II)

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Julio Carrizosa Umaña
18 de agosto de 2015 - 02:25 a. m.
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Para algunos la paz y el buen vivir no están interrelacionados con el saber científico duro, el de los científicos físicos, naturales y exactos, el de los ingenieros, los agrónomos y los médicos; la historia demuestra lo contrario.

Colombia es un ejemplo de esas fuertes interacciones y también es muestra de la necesidad de integrar el saber duro con el saber de las ciencias humanas y sociales, el de los historiadores, los economistas, los antropólogos y los sociólogos.

El concepto de ecología integral que ha propuesto el papa Francisco alerta acerca de la necesidad de comprender la totalidad de la realidad y de reconocer su complejidad alejándose de abstracciones, disyuntivas y reducciones, como lo indica el filósofo Edgar Morin. La encíclica agrega lo sagrado a esta complejidad y los imaginarios generados por las teorías de las ciencias políticas y económicas añaden mayores interrelaciones y elementos que deben considerarse.

En Colombia se desprecian los saberes de la física, la química, la geología, la geografía, la climatología, la hidrología, la hidráulica, la edafología, la zoología, la botánica y la ecología. Todos se consideran inútiles y las matemáticas se perciben como algo ajeno, manejado sólo por algunos especialistas privilegiados por la naturaleza. Extraordinario y paradójico ese alejamiento rayano en una actitud suicida cuando vivimos en un territorio famoso por sus diversidades y complejidades ecológicas.

A lo largo de nuestra historia hemos sufrido muchísimos problemas debidos a este desprecio del conocimiento científico, entre ellos la baja productividad de la agricultura y la ganadería, el atraso social de varias regiones y las inversiones extraordinarias necesarias para construir, mantener y operar las vías de comunicación. Hace pocos meses los costos gigantescos de las inundaciones ocasionadas por el mal manejo del fenómeno de La Niña fueron ejemplo del dominio de esa estrategia nacional de ignorancia platónica, con la cual algunos pretenden enfrentarse a la enorme complejidad de nuestro territorio.

Es imposible lograr el buen vivir si mantenemos esa estrategia, y la diversidad sociocultural obliga no sólo a respetar las ciencias exactas sino a lograr su integración con las ciencias sociales y humanas y con el saber de las personas y las comunidades si queremos avanzar hacia la paz.

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