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Medio ambiente en el posconflicto

Julio Carrizosa Umaña

14 de octubre de 2014 - 09:56 p. m.

Las características del ambiente actual del país son, en gran parte, consecuencia de los 67 años de guerra y de los 45 de narcotráfico intenso.

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Si el país hubiera estado en paz y los carteles no hubieran existido, hoy Colombia sería diferente; hubiéramos tenido dinero para educarnos mejor, la democracia se hubiera consolidado y el territorio se hubiera poblado en formas más equilibradas.

A principios de los años cuarenta del siglo pasado se conocía a Colombia como un “país de ciudades”. Estaban planteadas las estructuras para que la población se distribuyera de acuerdo a las características del territorio en más de cien ciudades, pero la guerra y el narcotráfico generaron millones de desplazados que durante estos 67 años se han refugiado en Bogotá y en las tres ciudades principales, mientras el campo y la mayoría de las ciudades pequeñas han quedado en manos de la ilegalidad. La rapidez y magnitud de estas migraciones y su concentración hacia la región Andina ha ocasionado la contaminación extrema de la cuenca Magdalena-Cauca, la urbanización de los suelos en las mesetas, valles y altiplanicies y la desaparición casi total del bosque andino, con la consiguiente erosión de los suelos, el desequilibrio del sistema hídrico y la disminución de la biodiversidad.

Al mismo tiempo, algunas de las características del ambiente están entre las causas de la guerra y del narcotráfico: bosques y selvas facilitan la organización de grupos ilegales, algunos ecosistemas favorecen el crecimiento de las plantas de coca y marihuana, la situación geográfica del país disminuye los costos del comercio de drogas y armas.

Para tener éxito, cualquier planificación del posconflicto debería, entonces, tener en cuenta estas dobles interrelaciones. Tanto en los posibles acuerdos de La Habana como en el Plan de Desarrollo Nacional y en los de los departamentos y municipios, las características del ambiente deberían introducirse como factores fundamentales, no sólo como un patrimonio al cual se debe proporcionar protección, sino como un conjunto de procesos dinámicos que interactúan continuamente con nosotros. Una adecuada planificación integral del posconflicto, en la que se tengan en cuenta las características ecológicas, sociales, económicas, culturales y políticas actuales de Colombia, podría conducir a un mejor país, y una planificación impulsada únicamente por intereses económicos y políticos, fundamentada en los dogmas simplificadores de izquierda y derecha, nos podría llevar a otros desastres.

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