Molano como ambientalista

Julio Carrizosa Umaña
04 de noviembre de 2019 - 10:32 p. m.

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El país le debe a Alfredo Molano haber empezado a comprender la realidad campesina, y los interesados en temas ambientales le debemos habernos enseñado cómo la sociología podía ser parte de los estudios de impacto ambiental. Durante la década de 1980, desde La Candelaria, Alfredo Molano, Marta Arenas y Fernando Rozo lograron que los ecólogos aceptaran que en los primeros estudios ambientales de campo se tratara a los humanos como parte de la naturaleza impactada por la construcción de presas, por el transvase de los ríos, por la minería.

Hoy, cuando lo social, lo cultural y lo humano forman parte indescartable del pensamiento ambiental, no es fácil darse cuenta de lo que significó en 1982 que, en uno de los primeros estudios sobre el impacto ambiental de una hidroeléctrica, participaran no solo los especialistas en la fauna, la gea y la flora, sino también Molano con sus amigos acercándose a pescadores, campesinos y mineros para conocer qué opinaban acerca de lo que planeaban hacer los ingenieros. Fue tan fundamental la forma como Alfredo propuso introducir lo social en los estudios de impacto ambiental que su anuncio logró detener uno de los más absurdos proyectos de esa época, el transvase del río San Jorge para poder construir Urrá II, la presa gigante que hubiera deteriorado todo el valle del Sinú.

En alguna ocasión, Alfredo me detallaba, riéndose, cómo estaba aplicando los mismos métodos que lo habían llevado a enfrentarse con los sociólogos franceses que detenían su tesis en Francia, con esa sociología que evitaba conocer lo que contaban los campesinos, tal vez por temor a que sus historias destruyeran los modelos europeos que pretenden todavía explicar la sociedad colombiana. Fue en esos primeros años ochenta cuando Molano mismo se dio cuenta de las intrincadas relaciones entre la violencia de los Mil Días y la que todavía hoy nos destruye como nación. Son los mismos máuser los que hemos tenido que desenterrar, le relató uno de los primeros veteranos que entrevistó. Fue también uno de esos ancianos el que impulsó el libro acerca de la situación de La Macarena, que escribimos bajo su guía con Darío Fajardo. Cuando le preguntamos, extrañados, por qué el libro se debería llamar Yo le cuento una de las cosas, sonriendo me dijo que un viejo, sobreviviente de todo, le había enseñado que cada persona solo podía tener acceso a una cosa, argumento fundamental para reconocer la complejidad de la realidad. Gracias mil veces a su insistencias y sus sonrisas.

* Miembro de Paz Querida y de Futurible.

 

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