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Ojo a Córdoba y Sucre

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Julio Carrizosa Umaña
05 de mayo de 2015 - 04:15 a. m.
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Los valles del río Sinú y San Jorge constituyen el mayor patrimonio socioecológico que tiene Colombia. Allí se conformaron las culturas sinue y embera, dos de las más creativas y organizadas de América; los europeos llegados desde España, Italia y Francia consolidaron cultivos y crías; los africanos encontraron hogares libres, y también allí se acogió, desde el siglo XIX, a los inmigrantes del Líbano que hoy constituyen parte integral de la Nación.

En la región se han conformado algunos de los conflictos ambientales más conocidos. La construcción de la represa de Urrá, el impacto ambiental de la extracción de níquel, la conversión de ciénagas en fincas ganaderas, las incursiones de “paras” y guerrillas en el Parque Nacional de Paramillo han producido cambios importantes en los ecosistemas regionales. En lo social, la conjunción asiática, europea y africana en el trópico húmedo tampoco ha sido siempre positiva; son aterradoras las historias de sangre y corrupción, pero hoy esa raza cósmica, como la llamaba Vasconcelos, parece proporcionar al país algunos ejemplos esperanzadores.

El conjunto de ecosistemas de ambos departamentos es visto como uno de los menos deteriorados, Montería es considerada un modelo urbano y existen estudios recientes de bosques y fauna que muestran una vitalidad extraordinaria. En Córdoba y Sucre el concepto de resiliencia, o sea, la capacidad de aceptar el cambio y reaccionar positivamente, parece ser el adecuado para caracterizar el patrimonio socioecológico regional.

Tal vez esta situación es también el resultado de dos de las características regionales: sus aguas y sus suelos. Aislados de la cuenca del Magdalena y sólo tocados por el Cauca en su costado suroriental, las aguas del Sinú y del San Jorge no han tenido que soportar la carga de contaminantes proveniente de la región Andina. Entre ambos departamentos existen 400.000 hectáreas de clase 2 y 3, y éstas son las únicas del Caribe que no resultarán afectadas por las sequías originadas en el cambio climático global.

Hoy, ambos departamentos sólo tienen un poco más de dos millones y medio de habitantes, con una densidad nueve veces menor que la del departamento del Atlántico. Si algún planificador me pidiera recomendar un punto de Colombia que representara la complejidad de nuestro país y su potencial de generar un buen vivir en el posacuerdo, no vacilaría en indicar a Córdoba y Sucre como los lugares adecuados para realizar sus estudios.

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