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Elegidos ya los 268 congresistas, deberíamos tratar de convertirlos al ambientalismo complejo, aquel que insiste en que los humanos somos parte de la naturaleza.
A mi edad he visto milagros suficientes, entre ellos nuestra supervivencia como nación, para creer que es posible tener un Congreso ambientalista complejo, con una mayoría de gentes capaces de mirar profundamente el país para comprenderlo, dispuestas a entender que la realidad es dinámica y aceptar los cambios aun cuando afecten sus propios intereses, conocedoras de la multiplicidad de objetivos antológicos, económicos, éticos y estéticos que guían las conductas de los colombianos —incluyendo las de ellos mismos— y, sobre todo, preparadas para respetar todo esto.
Capaces de respetar la otredad: las otras especies, los otros paisajes, las otras personas con sus otras imaginaciones y los futuros diferentes a los que uno mismo se plantea. En síntesis, congresistas capaces de reconocer la complejidad del país y dispuestos a no simplificar la tarea que les hemos encomendado.
La tarea legislativa es, en sí misma, simplificante, y en la Colombia santanderista todavía no nos damos cuenta de que es imposible solucionarlo todo con constituciones, leyes, decretos, acuerdos y resoluciones y que, en muchas ocasiones, esta manía nacional lo que hace es evitar que se resuelvan los problemas. Deberíamos aprender de aquellos países, como Inglaterra, que hace años han comprendido que los cerebros humanos son capaces de afrontar conflictos sin seguir obligatoriamente los textos escritos.
Sin duda, algunos de los elegidos llegarán demasiado lisiados para comprender la complejidad de su misión. Unos con modelos mentales tan llenos de filtros que sólo oirán lo que les dicen al oído, otros que para decidir tendrán que releer los manuales y mantener en sus memorias las instrucciones dadas por algún tratadista y unos pocos que actuarán automáticamente. Espero que no sean muchos los que simplifiquen su tarea. Así soy de optimista.
Es posible que las malas experiencias les hayan enseñado a muchos votantes y por eso podemos esperar que se imponga a esos grupos una mayoría de senadores y representantes dispuestos a encontrar soluciones complejas a los problemas extremadamente complejos de la paz y el posconflicto y a no seguir las simplezas de dogmas, entelequias y manuales. Si eso ocurriera, sería posible construir un país diferente.
* Julio Carrizosa Umaña
