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Paz, democracia y nuevas ciudades

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Julio Carrizosa Umaña
12 de enero de 2014 - 11:00 p. m.
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Tal vez podríamos lograr la paz y mejorar nuestra democracia si planificamos, construimos y vivimos en nuevas ciudades que les den ejemplo a las que hoy sufrimos.

Cuando se habla en Colombia de este tema hay unos críticos que insisten en que las ciudades planificadas no funcionan y otros que recuerdan que el problema es el aumento de la población. Es cierto que no todas las ciudades nuevas han funcionado y también es cierto que una de las causas iniciales de la situación actual fue el aumento de la tasa de crecimiento de la población a partir de mediados del siglo pasado, pero también es cierto que algunas ciudades planificadas sí han funcionado, que ya tenemos más de 45 millones de habitantes y que a pesar de todos los esfuerzos de las familias y del Estado hay un crecimiento inercial de esta población que implica, por lo menos, medio millón de colombianos más cada año. Algún día el censo nos dirá cuántos son.

Los problemas actuales de las ciudades principales nos indican que casi todas están llegando a umbrales de insostenibilidad, umbrales que responden a la fragilidad de los ecosistemas en que están situadas y que se construyen en un contexto de guerra rural, de inseguridad urbana, de segregación social, de falta de competitividad económica y de debilidad y corrupción de las instituciones democráticas. Los niños que nacen y crecen en estas ciudades y los que llegan con las familias que huyen de la pobreza o de la guerra tendrán que afrontar en el futuro situaciones tal vez más traumáticas que las que hemos sufrido sus mayores. Las sociedades urbanas principales tratan de conformar mejores niveles de vida, pero esos niveles atraen cada vez más población, conformándose así círculos viciosos. Son estos círculos los que concentran en cuatro ciudades el poder, el conocimiento y el dinero de la nación, y los que impiden el bienestar común.

Es posible que logremos romper estos círculos y disminuir la presión poblacional sobre estas ciudades si encontramos, en la diversidad de los ecosistemas que conforman nuestro territorio, algunos municipios situados cerca de los mercados internacionales, en donde sea posible planificar y acelerar el crecimiento de sus cascos urbanos sin afectar la biodiversidad del país y sin destruir sus suelos agrícolas. En esos sitios, si es que existen, habría que saber si sus habitantes actuales están interesados en constituir la base fundacional de comunidades urbanas integradas, creativas, democráticas y pacíficas.

 

* Julio Carrizosa Umaña

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