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¿Quién restaurará a Tumaco?

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Julio Carrizosa Umaña
06 de julio de 2015 - 03:00 a. m.
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Las guerrillas empezaron a pelear contra la naturaleza hace muchos años. El Eln fue el primero que derramó petróleo en los ríos y nunca ha explicado sus razones.

Esa explicación jamás la darán las Farc, porque no pueden hacerla compatible con el marxismo. Sus órdenes no surgen de razonamientos sino desde su propia construcción personal y coyuntural de la lógica de la guerra, y es contra la guerra que los ambientalistas debemos alegar.
 
Pero ese alegato debe enfrentarse a los dogmas que conducen a la guerra y a los dogmas que cierran los cerebros de los comandantes, que no les permiten ver las tragedias que causan ni los odios que están generando en casi todos los colombianos exceptuando, tal vez, a sus propias familias o a los que se lucran personalmente de la provisión de armas y del narcotráfico adherido a la contienda.
 
Ese odio generalizado, que parece no tener límites sociales, es posible que conduzca a cincuenta años más de guerra y de deterioro social si la izquierda, unida alrededor de la paz, no logra convencer a los comandantes de los graves errores que están cometiendo.
 
Tradicionalmente, las Farc se consideran superiores a todos los que no han empuñado las armas y no les gusta escuchar a los pacíficos, pero es posible que algunos de ellos, con la experiencia de vivir en La Habana, se hayan dado cuenta de las distancias que existen entre el dogma y la realidad.
 
Que Pastor Alape haya elogiado la encíclica ambiental es, naturalmente, una posición incomprensible, a no ser que él mismo se haya dado cuenta de las falacias ocultas en las órdenes que han dado a la guerrilla. Pienso que hay corrientes ambientalistas, como las que construyen la ecología política y se reúnen alrededor de los postulados de la justicia ambiental, que podrían ayudar a que los comandantes acepten la irracionalidad de sus posiciones.
 
Los ambientalistas complejos, los que ya estamos alejados de los dogmas de izquierda y de derecha, esperamos que todos los culpables del estado de deterioro en que se encuentran los ecosistemas colombianos cumplan como pena, si se firma la paz, un trabajo forzado indispensable: el de restaurar la ecología integral del país, no sólo limpiando el río Mira y la bahía de Tumaco, sino reforestando las laderas de las cordilleras, construyendo plantas de tratamiento de las aguas, recuperando el terreno perdido por las ciénagas y otros humedales, y construyendo ciudades limpias de la segregación social.

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