Aunque son comprensibles las prevenciones de la extrema derecha, de los contratistas de toda la vida, de los analistas ecuánimes e incluso del pueblo, que tiene razones para desconfiar del Estado después de dos siglos de garrote y cinismo, me gusta el momento que vivimos y tengo muchas esperanzas en la gestión del nuevo Gobierno.
El momento es feliz porque asistimos a la muerte política del enemigo público número uno, Álvaro Uribe, y al final de una era marcada por la injusticia y el terror, que empezó, hay que decirlo, antes de Uribe. Tampoco creo que este sujeto sea la causa principal de nuestros problemas. Los líderes son una...
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