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Cali, el poema que murmura el río

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Julio César Londoño
19 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.
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El domingo se clausuró el 20º Festival Internacional de Poesía de Cali. Fue un suceso feliz por la diversidad de frentes que cubrió, las cifras de impacto público, la sensibilidad de su diseño y el nivel de los invitados.

Hubo un prefestival que estuvo dedicado al encuentro de editoriales independientes: Corazón de Mango, Exilio, Cuadernos Negros y Sic Semper Tyrannis (aquí puede estar el antídoto contra el monopolio estéril de las grandes editoriales).

La ciudad se llenó de poesía en los buses del Mío, en los murales de las calles y en los avisos de los paraderos.

La programación tuvo tres franjas marcadas por el sol: las mañanas estuvieron dedicadas a talleres pedagógicos, la tarde fue propicia a los diálogos y la noche se reservó para los recitales.

Hubo talleres para niños con discapacidad, abuelos, maestros, bibliotecarios, escritores, lectores, presos y población Lgbtiq+.

Piedad Bonnett y el poeta mexicano Luis Armenta Malpica nos descubrieron algunos puntos firmes en las movedizas arenas de la poética, y estuvieron a un punto y coma de resolver el esquivo misterio de la creación literaria.

Los talleres de los «trans» nos enseñaron el complejo espectro «homo» y las fases del proceso quirúrgico y hormonal al que se somete hoy un porcentaje creciente de personas atrapadas en cuerpos de un género distinto al que late en su corazón. Nos recordaron la crueldad de la homofobia y recitaron los poemas que les ha inspirado su cambio de género.

El taller de «Las cantaoras del Pacífico» fue conmovedor y mágico: ¡eran canciones para curar las heridas de la guerra!

El diálogo con Ana Tijoux fue revelador. Nos habló de las poéticas urbanas de los jóvenes, esa protesta moderna, política y social que usa un arma antigua, la rima, y dos ritmos rebeldes, el rap y el hip hop. Ana Tijoux puede ser el arma más bella y aguda de la resistencia latinoamericana contra el avance de las hordas del neofascismo.

La cantante Marta Gómez conversó con el periodista Jaime Andrés Monsalve sobre un paso delicado y crucial: «Del poema al canto».

Hugo Mujica, el venerable, volvió a sorprendernos. Nos reveló que las únicas pruebas duras de la existencia de Dios son estéticas, y que ve Su Mano en las gambetas de Messi y en las fugas de Bach. Este monje trapense, amigo de Ginsberg y parcero de los pioneros del LSD, Timothy Leary y Ralph Metzner, volvió a confirmar la potencia de su pensamiento y la vigencia de la poesía mística.

Miguel Rocha (U. of North Carolina at Chapel Hill) habló con el profesor páez de Univalle Fabio Gómez sobre la poesía y la narrativa de los pueblos indígenas y raizales. De la infame y antigua discriminación contra los pueblos afro, habló Ashanti Orozco.

En los recitales de las noches resonaron las voces de Rómulo Bustos, Laura Cassieles, Gerardo Rivera, Luis Armenta Malpica, Lucía Estrada, Piedad Bonnett, Melibea Carranza, María del Socorro Vélez, Sonia Chocrón y Monique Facuseh. También voces wayú, llaneras, camsá, palenqueras. Codo a codo con los consagrados, una briosa camada de jóvenes poetas colombianos leyó sus poemas.

Los números del Festival son casi tan elocuentes como los invitados: 1.060 participantes en las cuatro categorías del concurso de poesía: infantil, presos, poetas inéditos y poetas consagrados; más de 3.000 asistentes a los eventos programados; 35.057 reproducciones de los videos y 126.082 usuarios.

Para resumir, el Festival fue una fiesta por la vida y contra la exclusión, nuestro viejo cáncer social. Para su directora, la poeta y cronista colombo-venezolana Betsimar Sepúlveda, y para la Red de Bibliotecas Públicas de Cali, nuestra emocionada gratitud.

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Julio(23169)19 de septiembre de 2020 - 08:49 p. m.
Nota refrescante y bella. ¡Gracias!
Jorge(66737)19 de septiembre de 2020 - 07:34 p. m.
Que buen epílogo para un festival que debería ser de todos los días. No dudo que si toda sociedad el accediera a la poesía y a la música, la violencia y la tortura serían palabras en desuso y terminarían arrumadas y olvidadas en una de las lujosas pesebreras del Ubérrimo. Gracias Betsimar, gracias Julio.
  • Javier(17568)19 de septiembre de 2020 - 10:13 p. m.
    EXCELENTE, PRECISA, CONTUNDENTE Y MUY CLARA COLUMNA..,No. obstante Cocientes de que estamos en tiempos de: La KGB,La Gestapo, El III Reich, o sea ,!LaCosaNostraColombiana!, de, “MATARIFE, el Genocida Innombrable", toca.., ESPERAR..., no salgan los: , Tontos de Capirote, Mal Pagos Peones de la ,"BODEGUITAFURIBESTIA",a Insultar, y tergiversar la OPINIÓN y, COMENTARIOS!!!, cierto amigues MIOS ?
  • Javier(17568)19 de septiembre de 2020 - 10:13 p. m.
    EXCELENTE, PRECISA, CONTUNDENTE Y MUY CLARA COLUMNA..,No. obstante Cocientes de que estamos en tiempos de: La KGB,La Gestapo, El III Reich, o sea ,!LaCosaNostraColombiana!, de, “MATARIFE, el Genocida Innombrable", toca.., ESPERAR..., no salgan los: , Tontos de Capirote, Mal Pagos Peones de la ,"BODEGUITAFURIBESTIA",a Insultar, y tergiversar la OPINIÓN y, COMENTARIOS!!!, cierto amigues MIOS ?
Jose(46118)19 de septiembre de 2020 - 05:49 p. m.
Este señor Julio César Londoño. Sigue sufriendo el síndrome De Dunning-Kruger.
name(61569)19 de septiembre de 2020 - 04:24 p. m.
En un país de muerte, que florezca el arte. Felicitaciones a los caleños. Una luz de esperanza en una Colombia desesperanzada.
Francisco(82596)19 de septiembre de 2020 - 02:24 p. m.
Hola, amigos. ¡Qué buena noticia-crónica! ¡Felicitaciones y a preparar el próximo Festival!
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