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El paisa que le ganaba a Spassky

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Julio César Londoño
07 de junio de 2025 - 05:05 a. m.
“El paisa le enredó la partida al soviético hasta que llegaron a un final donde Spassky tenía dos torres”: Julio César Londoño
“El paisa le enredó la partida al soviético hasta que llegaron a un final donde Spassky tenía dos torres”: Julio César Londoño
Foto: AFP - Agencia AFP
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De mi colección de descubrimientos curiosos, copio aquí estos cuatro para la mañana y el café del sábado.

Kafka revisado en Medellín. Sobre la obra de Kafka se han escrito miles de estudios porque el checo les enloqueció la brújula a los críticos. Han dicho: es un espejo de edades oscuras; y también: es una obra cómica.

«Ni siquiera el arte táctil y rememorativo de Proust o el universalismo experimental de Joyce han suscitado tal número de lecturas disímiles. Y no hay obra en la literatura mundial que haya emergido tan incólume de la refriega. Como un animal fabuloso –inalcanzable, indefinible– Kafka aflora una y otra vez del mar de las interpretaciones. Las aguas resbalan sobre su obra, que se alza siempre enigmática, atractiva, inquietante, terrible, absorbente, dispuesta a generar nuevas interpretaciones… y a devorarlas. Toda gran poesía es no solo fuente, sino también recipiente; y la poesía de Kafka ha demostrado ser un recipiente de capacidad ilimitada». (Günter Blöcker)

Sin embargo, el matemático paisa Guillermo Sánchez Trujillo lleva décadas estudiando la vida y la obra de Kafka y tiene una lectura inédita: «El proceso es un palimpsesto de Crimen y castigo, en el que Kafka utiliza el texto de Dostoievski para narrar de manera críptica sus relaciones con Felice Bauer, en especial las relativas a su compromiso matrimonial, cuya ruptura es el tema principal de la novela. Esto significa que El proceso tiene estructura de cebolla, con tres textos o capas superpuestas: la primera capa es el texto base, Crimen y castigo, que sirve de telón de fondo; la segunda es el elemento biográfico –real– de la historia; y el entretejido de estas dos –la obra misma– es la tercera capa, la única visible a los ojos del lector, y que oculta las dos primeras».

Salvo Tomás Eloy Martínez, Nelson Fredy Padilla y la Universidad Autónoma Latinoamericana, nadie le ha parado bolas a Sánchez. Tras hojear (superficialmente, lo confieso) sus eruditos ensayos, siento que Sánchez solo encontró unas coincidencias, más curiosas que profundas, entre las dos novelas.

Otro paisa, el que le ganaba a Spassky. En 1996 Boris Spassky estuvo en Bogotá. Boris de Greiff invitó al banquero Jorge Hernández a que enfrentaran al soviético, que ofrecería unas simultáneas contra 40 ajedrecistas. Hernández eligió la defensa francesa porque había estudiado las partidas de Spassky y sabía que la francesa no era su fuerte. El paisa le enredó la partida al soviético hasta que llegaron a un final donde Spassky tenía dos torres y cuatro peones, y Hernández dama y tres peones. En la jugada 28, Hernández hizo un movimiento brillante y definitivo. Spassky le tendió la mano, lo miró fijamente unos segundos, sonrío y pasó al siguiente tablero. No es improbable que haya recordado que, unos años atrás, había perdido otra partida con el banquero en Praga.

Jorge Hernández está jubilado, tiene 82 años y no se considera el protagonista de una hazaña. «Fueron solo simultáneas», dice. En Google permanece el titular de El Tiempo, ‘Así derroté a Boris Spasky’, y este encabezado: «Jorge Hernández, un paisa de 53 años, conoció la fama esta semana cuando venció a Boris Spassky, el excampeón mundial ruso», pero ya no está el contenido.

El primer cuento colombiano de ciencia ficción no es “Ronda de los viajeros”, de Juan Manuel Roca, ni “El asunto García”, de Orlando Mejía Rivera, ni “Peter Endless, autor de ciencia ficción” de William Ospina, ni “La noche de la Trapa” de Germán Espinosa, tampoco mi “Sacrificio de dama”, y ni siquiera es de un escritor. El primer cuento, y el más lindo, es “Pescador, lucero y río”: «Cuentan que hubo un pescador barquero/ que pescaba de noche en el río/ que una vez con su red pescó un lucero/ y feliz lo llevó/ y feliz lo llevó a su bohío// Que desde entonces se iluminó el bohío/ porque tenía con él a su lucero/ que no quiso volver más por el río/ desde esa noche/ el pescador barquero// Y dicen que de pronto se oscureció el bohío/ y sin vida encontraron al barquero/ porque de celos se desbordó aquel río/ entró al bohío y se robó al lucero/ entró al bohío y se robó al lucero». (Luis A. Morales, San Gil, 1970).

El primer western caleño lo escribió otro músico, Adolfo Montaño, en el Café de Los Turcos en 1989: «El zarco vaquero de parda camisa/ doblao de la risa sacó su pistola/ sobre la ingrata tiró y pum, matola».

* Los cuentos citados están en Contemporáneos del porvenir, primera antología colombiana de ciencia ficción, compilada por René Rebetez, Planeta, 2000. El texto de William Ospina es de ¿En qué pensaba Virginia Wolf caminando hacia el agua?

** Spassky cayó en desgracia ante los jerarcas soviéticos cuando perdió «el match del siglo» frente al estadounidense Bobby Fisher en Islandia en 1972, una defección imperdonable en un momento en que las dos potencias libraban la Guerra Fría en campos intelectuales: el ajedrez y la carrera espacial. Luego vino algo peor: los soviéticos, los estadounidenses y la humanidad toda fue humillada en el «juego ciencia» por un electrodoméstico, el computador.

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Maryi Delgado(41490)09 de junio de 2025 - 11:37 p. m.
Lo de Guillermo Sánchez es más que obvio. Un cuento paisa... o sea, pura carreta
Edgar Salamanca(40706)08 de junio de 2025 - 02:48 p. m.
Lo comparto totalmente.
Javier CASTAÑO MARIN(39168)08 de junio de 2025 - 01:24 a. m.
El cuento Aldemar Uvaleti narra el origen de la vida humana y, también, el de la muerte humana. Un clarividente ser extraterrestre crea a la mujer en la tierra y de inmediato sucumbe a sus encantos y engendra al ser humano actual. Pero también sucumbe a la culpa y renuncia a la inmortalidad cuando gana conciencia de las cosas terribles que desencadenará su creación.
Pedro Juan Aristizábal Hoyos(86870)07 de junio de 2025 - 10:38 p. m.
Muchas cosas interesantes. A mí lo de Sanchez Trujillo me suena más bien a una estructura de la experiencia humano en el sentido de Husserl. Una forma estructural de ciertas mentes brillantes en la forma de percibir ciertas realidades. Eso del palimspesto es una manía imaginaria
Javier CASTAÑO MARIN(39168)07 de junio de 2025 - 08:25 p. m.
Julio César, me gusta su rescate de “Pescador, lucero y río”, tanto como el que le hizo William Ospina a “Alma Tumaqueña”. A su columna agrego lo que podría ser otra curiosidad: el primer cuento colombiano de ciencia ficción es “Aldemar Uvaleti”, publicado por El Espectador en su edición dominical del 26 de diciembre de 1971. Lo escribí cuando era estudiante de bachillerato, en 1968. Por correo le enviaré documentos y otras aclaraciones.
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