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La duda

Julio César Londoño
18 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.

Todos vacilamos. La duda es una constante del hombre, o al menos de la gente sana. Los tipos sin dudas, repletos de certezas, son una bomba social. El cerebro del fanático, del caudillo, del pastor y del militar es tan estrecho que la duda tiene que entrar de lado, disfrazada de dogma o investida como decreto.

Las vacilaciones no respetan empresa alguna, acechan al poeta y al científico, al esposo y al amante. En un prólogo, Borges lamenta la ausencia de un amigo suyo. Tiene una duda con el ritmo o con la sintaxis de un verso. No recuerdo si el amigo está muerto o apenas ausente, lo cierto es que Borges lo lamenta: “Todos descreemos de nuestro arte y de nuestro oficio. Ojalá estuvieras aquí esta tarde y me ayudaras a enderezar el verso”.

Los artistas vacilan porque la estética no es una ciencia exacta. La línea entre la tierra firme y el vacío del ridículo es siempre una línea de sombra. Lo que hoy es una metáfora rutilante mañana será un lugar común, pero, de tarde en tarde, el genio desempolva un lugar común, lo pone en el contexto exacto y deslumbra a los críticos.

Hasta los matemáticos vacilan: hay abismos insalvables en la teoría de números; después del cisma de Gödel las rocas son arenas movedizas y flotan neblinas espesas en los números irracionales: ¿es posible que después de cierta cifra remota de su desarrollo decimal pi sea una entidad periódica y atildada?

Vacilamos incluso en materias tan simples como los combustibles: ¿paramos ya la exploración de yacimientos de petróleo y nos lanzamos al vacío de una parálisis industrial, o seguimos convirtiendo el planeta en una cámara de gas esférica y cenicienta?

El cuentista y matemático argentino Guillermo Martínez tiene un ensayo sobre el test de Turing, una serie de preguntas que nos permitirían saber si detrás de una puerta se esconde una máquina o un ser humano. Lo ideó Alan Turing para resolver una duda de su tiempo (y de este): ¿puede pensar una máquina? ¿Puede ser tan aguda que se vuelva indistinguible de los seres humanos?

Supongamos que, luego de la pregunta ¿puede usted hacer un soneto brillante sobre la naturaleza del tiempo?, por debajo de la puerta sale una hoja: “Jamás podría hacer algo así”. Cuando se le pide que haga un cálculo sencillo, la respuesta es correcta pero demorada.

Es obvio que la primera respuesta no resuelve nada. Las máquinas y las personas pueden confesar sinceramente su incapacidad para decir algo brillante sobre el tiempo en verso o en prosa. Y la máquina puede ser programada para ser lenta, o ligeramente inexacta, y confundir al examinador.

Llegamos así a una conclusión paradójica. La máquina no tiene que producir resultados brillantes para parecer humana. Por el contrario, le basta con simular que es un tris torpe en el cálculo, como nosotros, y muy limitada en los asuntos metafísicos, como las máquinas y nosotros.

Al final, Martínez da un giro imprevisto. Entre el amado y el amante siempre hay una puerta, dice. Y a todos nos asalta la duda: ¿miente o me ama? ¿Es frío y taimado como una máquina, o solo un ser frágil, un pordiosero de amor, como todo amante, esclavo sumiso del amado, una criatura de piedra, como suelen ser los amados?

Fue lindo que el cerebral ensayo del argentino terminara en algo tan simple y eterno como las angustias del amor. Gracias, Guillermo.

P. S. Un día le formularon una pregunta fáustica a Nietzsche: si pudiera elegir entre la felicidad plena y la posesión de la sabiduría, qué elegiría. El energúmeno alemán no tuvo que reflexionar mucho: “Mi corazón no resistiría tanta felicidad. En cuanto a la sabiduría… creo que pediría la duda, para seguir pensando”.

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Caliventura(jx49o)25 de junio de 2023 - 03:55 p. m.
La duda, cuando se justifica, puede llegar a ser un manjar o un atisbo de alguna otra cosa que puede tanto aterrarnos como tranquilizarnos. Parece que el energúmeno alemán que cita Julio César en esta columna dijo alguna vez que toda convicción es una cárcel. Lo cual significaría que... ¿Incertidumbre equivale a libertad? ¡Ja! ¿Ya lo ves? ¡La duda!
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