Las hormigas me han interesado siempre porque son ubicuas y uno se las encuentra hasta en la sopa. De aquí mi fobia hacia estas criaturas y también mi erudición en materia formicológica. Sé, por ejemplo, que son como ganaderos feudales. Crían pulgones (hemípteros de un milímetro de longitud) y los ordeñan para extraerles una deyección azucarada que las hormigas aman con frenesí. A cambio, las hormigas los protegen de sus predadores. No hay prueba de que siembren, pero desmalezan, cosechan, almacenan y fumigan con ácido indolacético (C10H9NO2), sustancia que asperjan sobre los cultivos y las bodegas por una glándula abdominal. Estoicas sin aspavientos, trenzan sus cuerpos para tender puentes sobre los riachuelos, así mueran miles de hormigas en la empresa, porque lo importante es la colmena, no el individuo (¡aprenda, Homo brutus!). Tienen dos ojos facetados y tres cerebros que pueden trabajar en paralelo, como los hemisferios de las mujeres.
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La hormiga y la arena
05 de febrero de 2022 - 05:30 a. m.