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La lección de Alberto Quiroga

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Julio César Londoño
20 de septiembre de 2025 - 05:05 a. m.
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Entre 1990 y 2010, Alberto Quiroga publicó en Número y Malpensante los mejores ensayos de crítica literaria de estas tierras. Aunque es más agudo que los críticos que él reseña (Sanín Cano, Ospina, Volkening, Goelkel, Gutiérrez Girardot, Moreno-Durán) solo es conocido en un grupo de lectores muy selecto porque sobre él pesa la maldición que escupió hace dos siglos Saint Beuve: jamás se le erigirá una estatua a un crítico.

La ojeriza contra los críticos es el pecado capital de la modernidad. La crítica es un género nuevo, difícil, bello, necesario. Es la materia de Aristóteles, Dante, Wilde, Borges, Valery, Steiner, Bloom. Ignorar un crítico de primera línea es un error irreparable. Podemos ignorar a algunos narradores o poetas –son silvestres– pero jamás ignoremos un crítico.

Los teólogos calculan que Eva era una sustancia más preciosa porque no fue hecha de barro rojo, como Adán, sino de una materia divina, Adán. Lo mismo diremos de la crítica: no trabaja, como los otros géneros, sobre esa sustancia de vértigo y caos, la realidad, sino sobre una materia depurada, los relatos y los himnos (o las maldiciones) que los escritores hilvanan para cifrar la realidad y conjurar sus fantasmas.

Quiroga no es un autor de vastos frescos eruditos, no hace literatura comparada y no teoriza. Antes que crítico es un maestro, un hombre tocado por las gracias para transmitir sus entusiasmos y cifrar, en cuatro líneas, la sensación última de sus lecturas y las claves de los autores que comenta.

A las personas se las conoce por sus lecturas, y las de Quiroga son confiables: Tomás González, Jaime Jaramillo, Fernando González, Víctor Gaviria, Ciorán, Montherlant, Alfonso Reyes…

La violencia es taquillera, hay que reconocerlo, y la crítica literaria no es la excepción. Nos gusta que los críticos tengan buen pulso y muchos ojos pero también nos gusta su lado brutal y gamberro, como en su reseña de Palabras pendientes, la entrevista de Enrique Santos Calderón a López Michelsen, un libro que nos impresionó a todos, excepto a Quiroga. Oigámoslo: «Estos dos colombianos que tienen fama de cultísimos nos ofrecen un libro bobo, una burla perpetrada para lectores ingenuos, y ambos se comportan de manera irresponsable frente a sus lectores».

Quiroga no le perdona a López sus respuestas cínicas, ni sus digresiones lunáticas, como de gentleman extraviado en el trópico, ni le perdona a Santos que no contrapreguntara las ene veces que López le metió los dedos a la boca.

Antonio Caballero es uno de los autores que sale bien librado: «Caballero es un vicio cuyas sustancias activas con la lucidez, el humor, un método riguroso, un lenguaje incisivo, malevo a veces, desprovisto de adornos, con una infinita capacidad de encantamiento y seducción, asentado con firmeza sobre una cultura diversa, ordenada, fruto de su curiosidad por todo lo que le ha sucedido y le sucede a ese bicho raro que es el hombre».

Sus ensayos son breves, salvo el de Mutis, donde Quiroga se detiene: «Mutis es un gran poeta porque nos seduce con su soberbio lenguaje. Cada una de sus frases se desgrana como un fruto maduro, preciso y sensual a la vez. Los males de Maqroll no producen desazón sino una infinita calma, una dulzura que envenena lentamente, una suerte de melancolía melodiosa».

Me detengo en este ensayo porque es muy sustancioso. Allí están a solas, íntimos, Quiroga, Mutis y Maqroll, hablando sin patetismo de esa señora distinguida, la muerte, la puerta que cruzaremos todos, hasta el más cobarde.

Otro día, no hoy, comentaremos las reseñas de Quiroga sobre Alfredo Molano, Anthony Bourdain, Wade Davis, Rafael Baena, Anthony Burgess, León Valencia, Cobo Borda, Carlos Mayolo, Sandor Marai, X-504, Bonnett, Eduardo Escobar, Orlando Mejía…

Ahí está sobre mi mesa –junto con el lápiz, el sacapunta y el trapito del polvo– Pasando revista, la compilación de sus ensayos que anda ahora en librerías. Será mi guía de lecturas en los próximos años y ojalá sea también un texto de consulta de libreros y estudiantes, de viejos y muchachas. La crítica literaria es escasa y la buena es infinitesimal. Saludo la iniciativa de Guillermo González Uribe (El ala de arriba ediciones) de tirar al viento este barco de papel y le presento a Alberto Quiroga mi gratitud cordial, es decir, desde el corazón.

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roberto Salamanca(43065)09 de octubre de 2025 - 05:59 p. m.
....el critico y el historiador se parecen : desempolvan con un trapo cualquiera y lo acaban de ensuciar dependiendo quien limpia, asi trabajen sobre la realidad o en alguna materia depurada, como dice Julio Cesar. Que duro es contar lo que sucede y mucho mas lo que sucedio !
roberto Salamanca(43065)09 de octubre de 2025 - 05:59 p. m.
....el critico y el historiador se parecen : desempolvan con un trapo cualquiera y lo acaban de ensuciar dependiendo quien limpia, asi trabajen sobre la realidad o en alguna materia depurada, como dice Julio Cesar. Que duro es contar lo que sucede y mucho mas lo que sucedio !
Edgar Salamanca(40706)21 de septiembre de 2025 - 06:07 p. m.
Lo comparto totalmente.
laotra(832tq)21 de septiembre de 2025 - 01:55 p. m.
Síntomas: sugerir qué leer, o cómo escribir.
Lalente(08496)21 de septiembre de 2025 - 03:38 a. m.
Maestro Londoño, seductora columna; ¡gracias! Lamentablemente, desde que la leí esta mañana no he podido hallar ningún indicio del libro de Quiroga ni librería que la venda, a pesar de mi profusa búsqueda. ¿Sabe alguien algo al respecto y si ya está en circulación?
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