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La piel de tu piel

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Julio César Londoño
05 de julio de 2025 - 05:05 a. m.
“El bluyín es paradojal: ícono central de la moda, es rebelde a los cambios, la esencia de la moda”: Julio César Londoño
“El bluyín es paradojal: ícono central de la moda, es rebelde a los cambios, la esencia de la moda”: Julio César Londoño
Foto: Cortesía
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El bluyín es paradojal: ícono central de la moda, es rebelde a los cambios, la esencia de la moda; áspero y hermético, una versión moderna del cinturón de castidad, se popularizó en los sesenta y setenta, los años del destape sexual; y cubre de modo tan celoso el cuerpo que termina revelando hasta sus más recónditos detalles.

Sus cambios han sido pocos y lentos. El primero fue el reemplazo de los botones por un “zurcido instantáneo”, un invento absolutamente genial, la cremallera, en 1917.

El bluyín de mujer fue una invención alentada por una prenda de escándalo, los pantalones femeninos de paño que Coco Chanel diseñó en los años treinta. Los pantalones de Coco fueron considerados un sello lésbico, algo tan audaz como si un hombre usara sostenes hoy. Luego, nada varió en el bluyín, ni su corte recto ni sus remaches ni sus puntadas tan visibles, hasta que llegaron la bota campana y los parches sicodélicos de los setenta.

En los ochenta empieza la era fashion. La moda se volvió espectáculo, hubo derroche de lujo y precios altísimos, nació el culto por el cuerpo, proliferaron los gimnasios y las cirugías estéticas, se rediseñaron todas las prendas y ocurrió lo impensable: ¡aparecieron bluejeans que no eran azules! Los hubo negros, grises, caquis, blancos, terracota y hasta rosados, con apliques de pedrería y telas menos ásperas que la lona original.

En los noventa se impuso el grunge, el estilo antiestilo, un movimiento contestatario que afectó el arte, la moda y hasta las historietas. Los muñecos infantiles dejaron de ser tiernos y bonitos y empezaron a ser tan feos y cáusticos como los Simpson, y los cantantes tuvieron que aprender a bailar muy bien y a vestir muy mal: medias corridas, tintes de pelo de colores inéditos, piercings, bluyines rotos. A mediados del decenio aparecieron los jeans descaderados, un modelo femenino que bajó cinco centímetros la línea de la pretina, una innovación de luces y sombras: reducía la altura de las nalgas, las achataba, afectaba la divina proporción, pero hacía ver más largo el talle. Combinado con blusitas cortas, descubría el vientre y el romavali, una sombra pilosa que va del pubis al ombligo (un punto erótico del que poco se habla).

El bluyín es universal. Lo usan los jóvenes y los viejos, que prefieren el jean clásico, azul con bota recta, tipo Levi’s 501. Los menores de cincuenta pueden optar por algo menos rígido, un Girbaud o un Versace blanco, caqui o verde oliva, ancho y con bolsillos laterales. Pero en realidad todo vale, la moda es algo personal, cualquier persona puede usar jeans rotos (la «moda mendigo», cuyo maniquí más famoso fue Cindy Crawford), colores ácidos, telas plásticas, vaqueros altos como «los pescadores» o muy largos, los que se arrastran. Es una prenda de libertad y comodidad para todas las edades y un estuche perfecto, una segunda piel para la esbeltez de las muchachas, para esas tentaciones que Dios crea y el Demonio desarrolla, y que inspiran eslóganes tan ceñidos como «La piel de tu piel…»

Epílogo. La moda femenina es la historia de una guerra encarnizada entre la falda y el pantalón, y las mejores batallas las libran sus voceros más radicales: la minifalda y el bluyín. Y aquí vuelve a aparecer la paradoja: a pesar de que la tendencia del destape se mantiene desde los sesenta, el bluyín, la prenda que cubre, le sigue ganando la partida a la minifalda, la prenda que revela. La razón es que la minifalda es invisible (está eclipsada por las piernas) y muy exigente: requiere piernas pluscuamperfectas. El bluyín, en cambio, es alcahueta, oculta los defectos de la piel, atenúa los de la pierna, tolera los del muslo y levanta el culo.

Nota. Romavali es una palabra oriental porque los árabes descubrieron ese vello muchos siglos antes que cualquier otra nación. Entre címbalos y flautas, entre velos, faldas descaderadas y cinturas asombrosamente vibrátiles, con ojazos muy sombreados y mil y una noches enredadas en el pelo, las bailarinas árabes fueron las primeras en desnudar el vientre.

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Petro autorizó los nombramientos de Olmedo López, Carlos Ramón González, Álvaro Leyva, ArmandoBenedetti, Luis Fernando Velasco, Ricardo Bonilla, todos imputados o con investigaciones abiertas, que culpa tiene la constitución del 91 de los yerros del presidente?
Sebastián Felipe ABarlobanto(54861)06 de julio de 2025 - 01:24 p. m.
(§ final) Romavali es una voz sánscrita, por lo tanto de la India, usada en textos hinduistas, de donde la tomaron los árabes y Occidente. Se refiere a la delgada línea de vello que va del pubis al ombligo; se consideraba símbolo de belleza y gracia femenina, principalmente de la diosa Devi y otras. Hay quienes dicen que ‘el romavali es el camino que une el ombligo y el tesoro’. Retórica. Sebastián Felipe
Win(76151)06 de julio de 2025 - 12:33 a. m.
Excelente!
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