Todos vacilan. Dudan de sus obras los genios; de su fe, los santos y de sus blasfemias, los herejes. Y está bien, es un sano mecanismo de autocrítica y de cautela. El valor de las obras de arte es subjetivo, y las verdades de la ciencia son falsables. El arte y la ciencia son potencias humildes. La Religión es otra cosa. La Religión quiere sacralizar el mundo, la ciencia quiere descifrarlo, el arte lo celebra o lo maldice, dependiendo de la bilis del día, cuyo color varía según el litio, según los astros.
Las tres son miradas distintas, pero todas trazan mapas del universo, planos del laberinto. Los mapas de la religión son relatos...
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