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¿Qué diablos piensan los cacaos?

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Julio César Londoño
29 de noviembre de 2025 - 05:05 a. m.
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Los más serios analistas de la política nacional coinciden: este es el peor gobierno de la historia. Tienen razón. Nada se le compara: ni los gobiernos republicanos del siglo XIX, independistas y españolizantes a la vez (¿!), que perpetuaron el colonialismo (virreyes, encomenderos, hacendados…), inventaron 32 guerras internas e inauguraron el siglo XX con una guerra internacional; ni los gobiernos liberales y conservadores de mediados del siglo pasado, creadores de La Violencia que tiñó de rojo y para siempre los campos de Colombia; ni el miti-miti subsiguiente, el Frente Nacional, el compadrazgo de liberales y conservadores que incubó al monstruo de la guerrilla; ni los gobiernos posteriores, nodrizas del narcotráfico, nuestra «revolución industrial»; ni el revolcón futurista de César Gaviria, que apagó las ciudades, arruinó a los agricultores y ferió los servicios públicos; ni los gobiernos de los años 80 en adelante, que incubaron otra gesta exitosa, la revolución paraca, cuyos comandantes fueron ovacionados en el Capitolio. Su mérito fue golpear a la guerrilla. Las consecuencias fueron el descrédito del Ejército y una monstruosa contra-reforma agraria que despojó a pequeños y medianos campesinos de diez millones de hectáreas, ¡casi cinco Valles del Cauca!

Tal vez los gobiernos, las élites y los comandantes pensaron que el tinte rojo del siglo pasado necesitaba una mano...

Todas estas calamidades palidecen, lo reconozco, frente a la baja ejecución de este gobierno, la drogadicción del presidente y el impúdico vibrato de caderas de la primera dama.

Claro que también hay análisis optimistas. Los que miran la parte llena del vaso demuestran, cifras en mano, que todos los números económicos del país son buenos o aceptables; y, pásmese usted, la OCDE acaba de informar que al final del tercer trimestre del 2025 el PIB colombiano alcanzó un crecimiento del 3,6 % y ocupó el tercer lugar en el mundo, superado solo por Polonia y Costa Rica.*

Así las cosas, uno se pregunta por qué los políticos tradicionales se empeñan en hacer una oposición tan payasa como la que opusieron a la reforma laboral: juraron que aprobarla implicaría una hecatombe económica, ralentizaron durante dos años la agenda legislativa y, al final, la Comisión Séptima del Senado aprobó un articulado que coincidía en un 86 % con la propuesta del gobierno.

Sí, está bien, los políticos tradicionales hacen lo suyo. No pueden permitir que un gobierno alternativo saque adelante las reformas que el país necesita, coja fuerza y les vuelva a ganar la presidencia.

Sí, esto se entiende, pero por qué los cacaos, cuyos negocios marchan muy bien y tienen hoy utilidades históricas, permiten que sus empleados y las entidades que ellos controlan –partidos tradicionales, senadores, medios de comunicación, bancos, gremios económicos– les metan palos en las ruedas a las iniciativas gubernamentales.

Suponíamos que los cacaos eran ajenos a los partidismos y devotos solo de sus intereses. Suponíamos que les dirían a sus empleados, «dejen la payasada, hagan una oposición constructiva, critiquen los errores del gobierno y apoyen sus aciertos». Nos equivocamos. Ojalá algún día nos expliquen por qué se pusieron en contra de los intereses de la nación y se dedicaron a hacerles mandados a sus peones, los políticos. Ojalá entonces no sea demasiado tarde.

* Nota. El único argumento económico y «serio» de la oposición, el déficit fiscal de 25 billones del presupuesto del 2026 (dato de Fedesarrollo), no resiste un análisis detallado: recordemos que este gobierno pagó 34 de los 36 billones del pasivo del Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles; que soportó la «contra-reforma tributaria» de la Corte Constitucional, que tumbó los impuestos a las utilidades de las grandes compañías mineras, maniobra que le costará al erario seis billones de pesos en 2026, y que el Senado le negó al gobierno la Ley de Financiamiento, jugadita que tuvo un costo de 12 billones de pesos. Si después de encajar golpes por 52 billones tiene un déficit de solo 25 billones, este gobierno merece el Nobel de economía.

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