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El misticismo laico de Jacques Lacan

Klaus Ziegler
09 de octubre de 2008 - 02:30 a. m.

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Nadie ha practicado mejor que Jacques Lacan la estrategia de la docta arrogancia, que consiste en presentar las ideas en un lenguaje críptico para blindarlas contra los ataques de sus contradictores.

Además de las frases contorsionadas, los juegos de palabras y las analogías borrosas, la estrategia dicta que las objeciones sean confrontadas con burlas, aprovechando que nada es lo que aparenta ser y que cada palabra significa otra cosa distinta de lo que parece decir. Como señaló alguna vez Lacan: “Si usted cree haber entendido, seguramente está equivocado”.

En uno de sus seminarios, Lacan define la vida humana como “un cálculo en el que cero es irracional”. A continuación explica que “irracional” no hace referencia a un estado emocional, sino a lo que se denomina “número imaginario”.

Por supuesto que Lacan no tiene la menor idea de lo que significa un número irracional, concepto que confunde con el de número imaginario. Sin embargo, convenció a muchos incautos, al punto que Louis Althusser tuvo la osadía de afirmar que por fin se habían encontrado los conceptos científicos que el pensamiento de Freud exigía.

¿Juegan acaso estos conceptos el papel de analogías? En otro seminario dictado en Johns Hopkins, en 1966, en el que expuso su teoría de la estructura topológica de la mente, Lacan respondió así a esta pregunta: “El toro (un objeto matemático semejante a una rosquilla) no es una analogía, ni siquiera una abstracción. Es la estructura matemática de lo neurótico”. Por supuesto que jamás explicó en qué sentido un toro tiene la estructura de lo neurótico y mucho menos dio alguna justificación para una afirmación tan gratuita.

Pero dentro de todas sus bufonadas quizás la más célebre es aquella en la que equiparó el pene con la raíz cuadrada de -1: “El órgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce, no en sí mismo, ni siquiera en forma de imagen, sino como parte que falta en la imagen deseada: de ahí que sea equivalente a v-1 del significado obtenido arriba...”.

Para sus admiradores, Lacan podía hacer cualquier asociación libre y decir lo que fuera, con la seguridad de que sus alumnos se encargarían de darle sentido. Al igual que los textos sagrados, sus escritos son motivo de controversias. Su obra es quizá el mejor ejemplo de un tipo particular de charlatanería que podría denominarse misticismo laico, y sus prosélitos, una secta en vía de extinción.

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