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Reencarnación

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Klaus Ziegler
11 de diciembre de 2008 - 12:57 a. m.
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El físico Wolfgang Pauli decía que hay teorías ciertas, teorías falsas y otras que ni siquiera son falsas, para referirse a creencias irracionales que por su índole son imposibles de refutar.

La antigua creencia en la reencarnación es un ejemplo. Como se cree en la mayoría de las religiones orientales, las almas existieron en el pasado ocupando otros cuerpos y continuarán existiendo reencarnadas en otros soportes corpóreos, que pueden inclusive llegar a ser animales o insectos, como sucedió con el gran gurú de Le Luthiers, Sali Maharishi Baba, quien fuera “maharajá de Calcuta, tigre de bengala, chimpancé de Ceilán y pulga de dóberman”.

Desde el punto de vista de la filosofía,  la reencarnación adolece de graves problemas que tienen que ver con la naturaleza y continuidad de la conciencia. ¿Qué significa seguir siendo alguien cuando ya somos otra persona? Si un Frankestein contemporáneo engendrara un clon de sí mismo, indistinguible en su aspecto físico y con un cerebro que fuera una réplica exacta del suyo, entonces este clon vendría al mundo con los mismos recuerdos, experiencias, vicios y virtudes de su creador; sería idéntico hasta en lo de creer ser Frankestein, pero es obvio que no lo sería. Ni el excéntrico y perturbado médico aceptaría dar su vida por la de su clon pensando que de todos modos su consciencia, su “yo”, seguiría viviendo en el otro.

Además de las inconsistencias lógicas, la reencarnación puede convertirse en una creencia cruel. Según la ley del karma, todo sufrimiento es merecido y toda aflicción un justo castigo por alguna falta de la vida anterior. Así que no deberíamos mostrar simpatía por los desvalidos y enfermos; y si alguien padece una dolorosa agonía, ¿cómo podríamos atrevernos a mitigar su sufrimiento y contradecir esta sagrada ley?

Un razonamiento similar (lo dispuesto por Dios no ha de cambiarlo el hombre) llevó a la Iglesia Católica a prohibir el uso de las vacunas y aun se invoca para prohibir los anticonceptivos y oponerse a la eutanasia. El filósofo americano Paul Edwards ha observado que la ley del karma siempre puede usarse para justificar al victimario, que sólo sería un inocente instrumento de castigo por las faltas que la víctima haya podido cometer. Quizás esta absurda creencia haya servido de inspiración para un bestial proverbio chino que dice: “Pégale a tu mujer: tú no sabes por qué, pero ella sí”.

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