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Con el giro a la izquierda, María Fernanda Cabal y su hijo Juan José Lafaurie empiezan campaña para 2026. Proponen una derecha sectaria y post-Uribe, es decir… sin Álvaro Uribe.
ADVERTENCIA: ESTO ES FICCIÓN
Aquí se recrea la actualidad de Colombia con situaciones imaginadas, diálogos inventados y personajes ficticios. Así como algunas películas advierten que su trama está «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. «La candidata presidencial» es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de imaginación del autor. Esta es una novela de ficción coyuntural.
Lunes 20 de junio de 2022
En el barrio Rosales, el tercero con el metro cuadrado más caro de Bogotá, se podía percibir un desgano generalizado. Eran las 8 de la mañana, pero seguían pareciendo las 4:55 p. m. del domingo de elecciones, cuando el octavo boletín de la Registraduría mató la última esperanza de quienes querían que Gustavo Petro perdiera.
Hacía frío, como la tarde anterior. El cielo estaba gris y venteaba poco pero sin parar, como la tarde anterior. Corredores bajaban a la carrera Séptima. Ciclistas subían a la Circunvalar. Peatones sacaban a sus perros a orinar la cuadra. Entre todos se cruzaban miradas tímidas, en el ascensor, en la portería, en la calle, como dándose un respetuoso pésame. Una minoría petrista —aunque saludaba con cara de luto por consideración con los de su propia clase— se sentía satisfecha y moralmente superior por haber votado en contra de los de su propia clase.
Había rabia contra Gustavo Petro, pero había más rabia contra esas personas que habían votado por él, que andaban por ahí campantes y burlonas, cómplices de «entregarle el país» a un «guerrillero», un «comunista», un «expropiador». Los odiadores de Petro no podían entender que más de la mitad de la gente lo hubiera elegido, igual a como los odiadores de Uribe no comprendieron que más de la mitad de la gente hubiera votado en contra de los acuerdos de paz.
En un apartamento de Rosales se vivía el duelo a otro nivel, detestando a Petro y a sus electores, claro, pero también al uribismo, a sus líderes, al mismo Álvaro Uribe, al Gobierno de Duque, por su incapacidad, por su pasividad, por su docilidad ante la situación.
—Es que el peor enemigo que tenemos es interno —dijo en el comedor de su casa la senadora María Fernanda Cabal—. Lo que más nos ha hecho daño es esa parranda de hijueputas que hay en el partido, porque eso es lo que son: una parranda de hijueputas, que además de ineptos son ladrones. Andá a mirar cuánto tienen en las cuentas después de haberse enriquecido con este Gobierno de mierda, dedicado a nombrar inútiles y a repartir contratos. Ese gordo marica fue el que les puso en bandeja la elección. Y tampoco es que me sorprenda, ¿oís?, porque el «nariz de olleta» de Duque es un liberal de izquierdas, otro mamerto enclosetado. ¿O vos creés que ese nalgón es de derechas?
La Candidata, que había hecho un gran esfuerzo para aguantarse la risa, no pudo mantenerse seria ante la palabra «nalgón». Le encantaba que María Fernanda Cabal fuera tan boquisucia, que expusiera sus historias de ficción sin pensarse dos veces un adjetivo. Solo ella escupía opiniones, como si fueran hechos, con tanta ligereza y gracia —tal vez con la única excepción de Ramiro Bejarano—. Lo más divertido era oírla decir groserías con su voz de mujer refinada. Era como una cantante de ópera, elegante y culta, quitándose el cilantro de los dientes con la cédula.
—Me perdonarás la ingenuidad —advirtió la Candidata, aún riendo—, pero yo creo que el «nalgón» sí es de derechas… Otra cosa es que sea bobo.
—Ojalá fuera solo bobo —repuso Cabal—. Es un güevón. Eso es lo que es: UN GÜEVÓN. Y no es de derechas. Ahí te equivocás. No tiene doctrina de derechas. Si tuviera doctrina habría hecho algo por la seguridad, habría sido austero. Pero es que ni siquiera eso. A lo que se ha dedicado es a pasear por el mundo con una comitiva de 150 rascaespaldas. Todos por allá, viaticando de lo lindo, mientras aquí se cocinaba el desastre. Y el Centro Democrático como si nada, dedicados a «vivir sabroso»; recibiendo sueldo, recibiendo puestos y sin hacer un culo, como si esto no fuera con ellos. No sabés las peleítas que me he tenido que dar con esta partida de vagos, todos relajados jugando «rasking-ball». Se los dije y se los advertí de todas las formas posibles: o ganamos o nos vamos a la mierda. Pues adivine qué: nos fuimos a la mierda. Hasta aquí nos llegó el experimento con el «cumbambón» de Duque. ¿Sí has visto esa «quimba» que tiene, no? Un experimento que nos impuso Alicia y que nos impuso José Obdulio, que son a los que Uribe les hace caso cada vez que abren el buche… José Obdulio que, por si te quedaban dudas, fue el que nos impuso a Santos. Él es del ala marxista del Centro Democrático. Y no es el único.
La Candidata, que escuchaba con fruición a María Fernanda, se entretenía especialmente con su delirio para encontrar marxistas:
—¿Hay más del ala marxista en el uribismo?
—Claro que hay más —respondió Cabal, como si fuera una obviedad.
—¿Quién?
La senadora dudó en responder, pero lo hizo:
—Pues Paloma.
La cara de la Candidata fue primero de incredulidad, pero después de aceptación:
—Bueno… Si hay alguien que tiene afinado el detector de marxistas eres tú —se burló sin que María Fernanda se diera por aludida.
Juan José, el hijo favorito de la senadora, quien había guardado silencio durante toda la conversación, encontró al fin el momento para intervenir:
—La misma Paloma dijo que hay muchísimas cosas que le gustan del socialismo. Está en un video. Se lo tengo guardado desde hace rato.
La Candidata miró a Juan José con falsa admiración.
—Ustedes hacen un equipo increíble. Ya quisiera yo tener a un asesor como Juan José. A propósito, leí una columna que escribiste en El Tiempo. Me pareció de una lucidez impropia para alguien de tu edad.
Juan José lo recibió como un piropo. Sin embargo, lo que ella estaba sugiriendo, literalmente, es que esperaba algo más elaborado por parte de alguien de 23 años y no una columna que rayara en lo infantil, con un título desconectado del contenido, lleno de expresiones rimbombantes («máximas vinculantes», «animadversión del respondiente», «oportunidades ad infinitum»). Se había notado su afán por usar conceptos recién aprendidos en la universidad (la falacia de la cantidad fija y el «dogma de Montaigne»), como un niño que juega a ser columnista por un día y hace su mayor esfuerzo para hablar como los grandes, aprovechando el palancazo de su papá con el director del periódico.
—Es una columna con mucha riqueza intelectual —mintió la Candidata—. Recuerdo que decías, palabras más, palabras menos, que el problema no es la desigualdad sino la pobreza, ¿verdad?
—Así es —respondió orgulloso Juan José.
—Y decías algo así como… quien no tiene nada debe tener «algo», quien tiene «algo» debe tener «más» y quien tiene «mucho» debe tener…
—… mucho más —completó la frase el delfín.
—Brillante. Absolutamente brillante. Al que no tenga nada, hay que darle «alguito». Y a los que tenemos mucho, nos corresponde «muchísimo más». ¿Quién, en sus cabales, podría estar en desacuerdo con esa lógica?
Juan José se quedó pensando, sin estar seguro de que eso es lo que quería expresar con su idea. La Candidata no le dio tiempo de seguir masticándolo.
—Ustedes lo tienen todo para llegar a la Casa de Nariño en cuatro años. Tienen el talento y, sobre todo, tienen las circunstancias a su favor. La ausencia de liderazgo en la derecha es el escenario perfecto para ti —dijo mirando a la senadora.
—Si es que hay democracia en cuatro años —replicó María Fernanda.
—Para eso voy a estar yo ahí, en el Gobierno —recordó la Candidata—. Ustedes lo saben… De hecho, son los únicos que saben. Me tragué el sapo de hacerle campaña a Petro, y de trabajar con él, para evitar que nos lleve a un punto de no retorno. Pero ustedes tienen que ir más allá de simplemente declararse en oposición a este Gobierno. Tienen que ser los primeros en proponer un liderazgo de derecha «post-Uribe», o sea… una derecha sin Álvaro Uribe.
María Fernanda Cabal resopló:
—Eso no es tan fácil. Yo no puedo salir de la noche a la mañana a renegar de Uribe.
—Tú no, pero un Lafaurie sí.
—¿Mi marido? Noooo. Con decirte que ni siquiera va a renegar de Petro. A Pepe le toca bajar la cabeza. Como líder gremial tiene que besarle la mano al Gobierno y darle al hampón de Petro el beneficio de la duda.
—Yo me refería a Juan José —aclaró la Candidata—. Él puede ser el primero que ponga esa piedra, para ir ambientando la idea de una derecha que no siga dependiendo ni de «lo que diga Uribe», ni de «el que diga Uribe»… Tienen que ponerse las pilas. Anoche mismo Pinzón renunció a la embajada en Estados Unidos. Él y Miguel Uribe van a querer ponerse de primeros en la fila de aspirantes a liderar la derecha. No dejen que nadie les coja la delantera.
—Por mí, de una —aceptó el delfín—. Desde hace rato dejé de creerle a Uribe.
—Es perfecto —insistió la Candidata—. Ustedes, como familia, pueden darse el lujo de tener una pata en el Gobierno, con Pepe; otra en la oposición, con María Fernanda; y otra en el post-uribismo, con Juan José.
Madre e hijo se consultaron con la mirada. La Candidata quiso reforzar su argumento:
—Ustedes saben quién fue Ruth Bader Gingsburg, ¿cierto?
—Sí —contestó la senadora—. La mamerta de la Corte Suprema de Estados Unidos.
La Candidata admitió la respuesta a regañadientes:
—Correcto… la jueza «mamerta». Ella decía que el péndulo siempre regresa cuando se mueve mucho hacia un costado. Pues ese péndulo acaba de llegar hasta la extrema izquierda. ¿Para dónde creen que va a moverse ahora?
Juan José sonrió como si le estuvieran contando el final feliz de una historia épica:
—¿Qué hay que hacer? ¿Cuándo?
—La campaña a la Presidencia de 2022 terminó ayer. Significa que la campaña de 2026 empieza hoy mismo. Quiere decir que hoy es un buen día para enviar un mensaje claro e inequívoco.
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