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Autoritarios

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Lariza Pizano
18 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.
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Los colombianos estamos acostumbrados a hablar de crisis. Crisis de los partidos políticos, crisis de representación, crisis de gobernabilidad, crisis económica. De crisis en crisis negamos que nuestros problemas son estructurales, de fondo. Somos un país algo democrático, un poco civilista, un poco formal, pero muy violento, muy pobre y muy autoritario.

Y ese autoritarismo se refleja en la personalidad política de los dirigentes que inspiran las bodegas. Desde los extremos comparten un “superego estricto”, perciben las cosas en blanco y negro, suelen estar a la defensiva y ven ataques en quienes piensan diferente.

Perfiles autoritarios hay y ha habido en todas partes: en la izquierda, en la derecha y en los partidos que dicen ser de centro. Julio César Turbay, uno de los ídolos políticos de Iván Duque, y con quien comenzó en Colombia la criminalización de la protesta social, era del Partido Liberal.

También entre los ciudadanos toman fuerza los autoritarios. Así lo demuestra un estudio reciente del Centro Nacional de Consultoría que asegura que cada vez hay menos colombianos que creen en los matices y hay más que son partidarios de privilegiar el castigo en la crianza o de preferir el orden a la libertad.

Autoritarios son los policías que cogen a plomo a los jóvenes. Autoritarios son los vándalos que no entienden que los buses rojos son de todos y que el fuego impone su verdad. Entre ambos queda sacrificada la protesta social, legítima, que a pesar de las circunstancias sale a las calles a manifestarse porque nada funciona: ni hay trabajo, ni hay justicia, ni hay inspiración. Hay una sensación de letargo político agudizado por el encierro y por el lugar común de la nueva normalidad.

Sin embargo, no puede ser normal nada que no se conoce: y en Colombia la tragedia social es vista como una “crisis habitual”. En ese problema y en una promesa de diálogo que no se tradujo en nada nos quedamos en febrero. ¿Alguien acaso sabe qué pasó con la Conversación Nacional? ¿Qué concluyó?

Desde el paro de 2019, los marchantes no vándalos son estigmatizados por la narrativa oficial. En ese entonces, el Gobierno sacó una cuña mostrándolos como la antítesis de “los colombianos que construyen”. Y cada vez que el presidente habla, queda la sensación de que ve a vándalos y caceroleros como harina del mismo costal.

Para los autoritarios, la arrogancia, el desdén y la empatía no cuentan. Unos creen que para reclamar hay que incendiar. Otros insisten en que para imponer el orden están las balas. Para quienes piensan esto último, los que perdieron la vida —como Yulieth Ramírez, Fredy Mahecha o Jaider Fonseca— ni siquiera se nombran. Son pobres, como muchos otros, y víctimas de una “crisis” de seguridad. Unos lamentables muertos más por culpa de la situación de inseguridad.

Pero en Colombia no hay una crisis ni una situación. Hay una olla a presión que desde hace años está pitando, y que el autoritarismo y la falta de empatía no dejan apagar.

Lariza Pizano

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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Francisco(82596)19 de septiembre de 2020 - 01:08 a. m.
Hola, amigos. No veo lógica ninguna en el comentario de Felipe. ¿Por qué es una contradicción mezclar a Dios con la realidad? ¿Es que Di0s es una pura fantasía? Parto de mi fe cristiana: Dios creó el mundo y Colombia forma parte del mundo. En segundo lugar, es traicionar la realidad porque hasta el más ignorante conoce las riquezas que Colombia posee. Otra cosa es lo que hemos hecho con ellas.
Alicia(1840)18 de septiembre de 2020 - 10:03 p. m.
Doña Laurita, muchas gracias. Su análisis responsable es necesario. Dios la bendiga.
Hernando(24765)18 de septiembre de 2020 - 06:45 p. m.
Es una desgracia vivir en Colombia. Sin esperanzas de cambio. Un país donde mueren los sueños y las esperanzas en los jóvenes; donde los niños nacen con un futuro incierto y se sabe que recibirán represión y mal ejemplo de las autoridades, de las religiones y de la familia. Un país condenado al fracaso.
  • Felipe(94028)18 de septiembre de 2020 - 09:30 p. m.
    Lamentablemente, su síntesis es correcta.
Julio(87145)18 de septiembre de 2020 - 05:02 p. m.
Este Gobierno nos ha llevado a vivir lo que hoy día es nuestra hermana Venezuela. El autoritarismo emana como factor común en el acontecer nacional. Paradójicamente el cd llegó al poder agitando el miedo de que se instaurara aquí el castrochavismo y nos damos cuenta hoy que, como reza el dicho popular, songo sorongo, nos vamos pareciendo cada día más. Y pensar que aun faltan dos eternos años.
Federico(1641)18 de septiembre de 2020 - 01:53 p. m.
Guardando las distancias… Oligarcas y gamonales han creído y han obrado en consecuencia, que la platanera, es una monarquía… Bueno, hoy reina un mamarracho que se cree Luis XVI… Y ya se sabe lo que sigue.
  • Felipe(94028)18 de septiembre de 2020 - 09:43 p. m.
    De las 20 únicas "democracias plenas" que hay en el mundo (Democracy Index 2019) resulta que varias son monarquías parlamentarias. Japón, Reino Unido, Noruega, Holanda, Dinamarca, España y Suecia están entre esos pocos privilegiados. La figura del monarca en esos países se limita a la representación protocolaria, sin poder alguno. Mejor esas monarquías que repúblicas bolivarianas o bananeras.
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