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Telesainete

Lariza Pizano

09 de febrero de 2025 - 12:06 a. m.
"La transmisión fue un desastre vergonzoso que exhibió tensiones que debían resolverse a puerta cerrada y que priorizó la narrativa personal sobre la comunicación de Gobierno": Lariza Pizano.
Foto: Archivo Particular

El Consejo de ministros del martes fue un drama. Si el show de un gabinete regañado y desmoralizado salió mal porque nadie, excepto Armando Benedetti, estaba listo para la transmisión, es grave. Si esos consejos siempre son así y las cámaras solo hicieron evidente el caos, es peor.

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Esa noche estuvo llena de angustia para quienes vimos la estrepitosa catástrofe del reality protagonizado por Petro. Verlo y oírlo defender a un político de dudosa ortografía y con historial de maltrato a mujeres fue muy agresivo y muy inconsistente con un discurso que defiende sobre lo contrario. A esa catástrofe se sumó una vaciada a los ministros en público y sin indicadores ni metas claras. Durante seis horas, Petro se dedicó a divagar entre citas de García Márquez, alusiones a Epa Colombia, críticas a Transmilenio y elogios a su nuevo jefe de gabinete, en un relato que ni siquiera estaba boceteado en una servilleta. Y a pesar de que el Consejo había sido citado para hablar de los decretos de conmoción interior, con tanta carreta el Catatumbo quedó en un segundo plano, como siempre.

Habrá que ver si el show le gustó al 30 % que sigue fielmente al presidente en las encuestas. Para el resto, la transmisión fue un desastre vergonzoso que exhibió tensiones que debían resolverse a puerta cerrada y que priorizó la narrativa personal sobre la comunicación de Gobierno. Petro se mostró todo menos ejecutivo y sus disertaciones deshiladas fortalecieron esa percepción.

En los noventa, Giovanni Sartori advirtió en Homo Videns los peligros de la política mediatizada: cuando la imagen prima sobre el contenido, el debate político se simplifica y los ciudadanos se convierten en espectadores pasivos. Es un riesgo que no es nuevo.

En Colombia, esa espectacularización no es inédita. Uribe perfeccionó el modelo con sus consejos comunitarios: en directo, resolvía problemas individuales y comprometía a ministros con soluciones inmediatas, ofreciendo una narrativa de eficiencia. Iván Duque también le jugó al show cuando, en plena crisis por el estallido social, se puso todos los uniformes militares buscando proyectar autoridad, pero terminó aumentando la indignación de la gente en contra de los abusos policiales.

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En el mundo, el teatro de lo público suele repetirse: Chávez tenía Aló presidente; Trump, sus mítines en vivo; AMLO, Las mañaneras; y Bolsonaro, transmisiones semanales en Facebook. Todos evitando intermediaciones para establecer una conexión directa con las audiencias: el clásico manual del populismo.

Shows políticos de ese tipo pueden ser eficaces, pero son riesgosos para la democracia. Reducen la política a imágenes, minimizan los procesos institucionales y relegan la gestión. Lo más delicado: aumentan la polarización al alimentar el frenesí de defensores y detractores de cada protagonista.

Finalmente, en términos de imagen, el espectáculo ha tenido repercusiones diferentes para quienes lo lideran. Mientras Uribe sacó réditos del show porque, aunque populista, mostraba gestión, Duque hizo el ridículo. Petro, por su parte, tropezó: su actitud etérea, sumada al efectismo de la transmisión, lo convirtió en un meme. Y lo peor: debilitó su Gobierno y profundizó la polarización. Un desastre en vivo y en directo.

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Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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