Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Las noticias sobre el virus mpox son un déjà vu pavoroso del encierro, de los horrorosos traumas colectivos derivados de la incertidumbre de la pandemia y de la diferencia de ritmos con que los países la superaron.
En 2021 era angustioso ver cómo, mientras la gente en Estados Unidos e Inglaterra le ponía los brazos a la vacuna contra el COVID-19, a Colombia no llegaba ni una sola dosis. Parte de la demora se debía a que el Ministerio de Salud se negaba a cambiar la Ley de Vacunas para avanzar con la compra de algunas que, como la de Pfizer, habían sido avaladas en el primer mundo, pero no habían llenado los formatos del Invima.
Finalmente, gracias a los debates de control político de los representantes José Daniel López y Carlos Ardila, y a la decisión de empresarios que se unieron para importar vacunas, en marzo de 2021 llegó el primer lote para los médicos y personas susceptibles de agravarse con el contagio.
Las publicaciones especializadas han sido claras en que la viruela del mono (mpox) no representa la misma amenaza que el COVID. Y si bien aterra que en poco tiempo se rieguen los casos por el mundo, el verdadero déjà vu es la ineficiencia estatal para conseguir vacunas. Frente a la velocidad con que se esparce el virus en África, la OMS ya ha hecho un llamado para darles algunas a los países pobres. En Estados Unidos, al igual que hace tres años, ya avanza la vacunación, y en la Unión Europea y Reino Unido también han aprobado el uso de la vacuna MVA-BN para proteger contra el virus. Australia, Japón y Rusia, así como Brasil, Perú y Chile tienen vacunas desde finales de 2022.
Ante la declaratoria de emergencia sanitaria por parte de la OMS, el presidente Petro anunció que el Ministerio de Salud tomará acciones prontas para evitar que el virus se riegue en Colombia. No obstante, por aquí no se conoce ni una prueba PCR para mpox, y sobre las vacunas ha habido una falsa propaganda estatal: hace dos años, la entonces ministra de Salud, Carolina Corcho, tras insistir en que el sistema de salud en Colombia debía cambiar, aseguró que el país adquiriría 5.600 vacunas y que había llegado a un acuerdo con Japón para comprar 25.000 más. Pero de las 5.600 anunciadas no llegó ninguna y las 25.000 que se compraron a Japón se vencieron en febrero.
“El sistema sigue hundiéndose”, dice el actual ministro quien, para completar la desgracia, tiene un discurso que agita el alma de los antivacunas. Lo que no dice es que ha hecho poco por evitar la propagación del nuevo virus. Más aún, cuando se trata de un tema de decisiones nacionales más que de lógicas del tercer mundo: porque mientras buena parte de América Latina se prepara, en Colombia vivimos una remembranza de las promesas, la ineficacia y la desprotección.
