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El poder de la voz

Lariza Pizano

17 de julio de 2022 - 12:30 a. m.

Señal Memoria y RTVC acaban de lanzar, por iniciativa de su gerente, Álvaro García, quien lideró de manera ejemplar los medios públicos, el libro La voz del poder. Son dos maravillosos tomos que buscan reconstruir la historia colombiana a partir de la política o, mejor, la historia de la política colombiana a la luz de los discursos presidenciales entre 1938 y 2022.

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Los libros exploran el rol de la figura presidencial en la construcción de la historia y los imaginarios del poder en Colombia, así como su incidencia en la cultura política. En un país tan presidencialista, el poder de la voz de los mandatarios ha sido crucial para construir referencias de nación y propósitos compartidos.

Los discursos políticos son importantes, además, porque reflejan las ideologías, necesarias en el funcionamiento democrático. Marcan una hoja de ruta frente a los destinos colectivos al plantear visiones del mundo. Determinan la retórica política, incluyendo la de la ciudadanía, y permiten identificar cuál es el camino por el cual la política pretende llevar a las mayorías. Los discursos entusiasman, aburren, generan emociones, pasiones, amor o ira, pero sobre todo invitan a argumentar.

Pueden construir legitimidad y, si son lo suficientemente inspiradores o al menos reiterativos, también favorecen la gobernabilidad. Porque con ellos además se construyen los antagonismos y los enemigos. Alrededor de ellos se configuran los acuerdos y las bancadas, además de las identidades políticas. No en vano, desde 2010, por cuenta de los discursos las políticas de paz y de seguridad se han presentado como antagónicas, cuando no lo son, y se han convertido en el eje programático de unos y otros.

La insistencia discursiva de Uribe en la seguridad, la de Santos en la unidad nacional, la de César Gaviria en la apertura política, la de Turbay en el enemigo interno, la de Barco en la modernización del Estado y la de Belisario Betancur en la paz permiten que la historia ubique a estos mandatarios en una u otra orilla y los caracterice para comprender que su voluntad moldeó el panorama político en su momento.

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Iván Duque rompió con una tradición discursiva importante en Colombia. Sus intervenciones llenas de lugares comunes —del tipo “el que la hace la paga”— y su doble discurso —uno hacia afuera, civilista, ambientalista y pacifista, y otro interno, cargado de una piedra forzada, emitido en video para no responder a periodistas y saltarse el Estatuto de la Oposición— terminaron confundiendo a la gente. Según sus discursos, ¿fue el presidente de qué?

Que la fuerza del discurso político vuelva a sentirse en Colombia y se sobreponga a las redes sociales. El cara a cara, el atril y el micrófono son importantes e invitan a la deliberación pública con las palabras, cosas que los trinos no hacen. La necesidad de una reforma tributaria, un proyecto de reforma a la salud o la negación del fracking no se explican en 280 caracteres.

Es además con la palabra como se hace la política para evitar la guerra. Y esa puede ser otra inflexión positiva con la salida de Iván Duque.

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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