Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

El último hijo


Lariza Pizano

30 de junio de 2024 - 12:05 a. m.

Este país es tan desgraciado, que cada vez que se termina una historia macabra, la sensación de alivio supera al dolor de la tragedia. La gente se siente feliz porque, en medio del dolor y la desconfianza, aparece algún vestigio de sus muertos. Esa trágica felicidad la expresó hace mes y medio doña Doris Tejada, la última de las madres de Soacha en encontrar los rastros de su hijo asesinado por militares. “Hoy quiero darles esta gran noticia: apareció Óscar. Ya 16 años de esta búsqueda, hoy me siento emocionada”, dijo en mayo, cuando los restos de su hijo, otro mal llamado “falso positivo”, aparecieron arrumados en El Copey.

PUBLICIDAD

Menos emocionado y más sorprendido se mostró don Darío, esposo de Doris, quien pensó que nunca volverían a él los huesos de Óscar. Al igual que el 70 % del país que cree que las cosas van por mal camino, él también tiene derecho a ser escéptico: “Yo ya no creía que iba a aparecer algún rastro suyo”, dice después de un eterno peregrinar buscando a su hijo.

Óscar Morales Tejada no se salvó de nada en la vida, excepto de tener malos padres. Nació pobre y a sus 26 años no tenía trabajo. Por eso, a finales de 2007, viajó a Cúcuta a conseguir plata vendiendo ropa y mercancías. Una vez en Santander, un intermediario le ofreció “trabajo” en El Copey. Aceptó y, a los pocos días, miembros del Batallón N.° 2 La Popa de Artillería lo asesinaron a él y a sus amigos Octavio Bilbao y Germán Leal. Luego, los asesinos mancharon su nombre y dijeron que era un paramilitar y un extorsionista. Pero en su bolsillo solo tenía $20.000.

Durante década y media, los Morales Tejada hicieron de todo. Con el apoyo de la Comisión Colombiana de Juristas, lograron saber que su hijo Octavio y Germán murieron en el marco de la “operación ofensiva La Estrella” y que luego el CTI levantó los tres cuerpos al borde de una carretera declarándolos muertos en combate.

“De algo sirve tener los restos”, dice Doris al contar que su intuición le dijo que estaba en el cementerio de El Copey, en donde el alcalde quiso hacer fosas comunes durante la pandemia. La semana pasada, Doris y Darío recibieron a Óscar y lo despidieron con dignidad. Ella siente que su corazón sana, pero que una cosa es la tranquilidad y otra es perdonar. Decidió que esto último lo hará cuando la justicia encuentre a los autores del crimen y las razones —más allá de obtener un permiso o unas vacaciones— que motivaron a los asesinos. Eso difícilmente se sabrá, pues la JEP aún se demorará en determinar los máximos responsables.

Read more!

En todo caso, que Darío y Doris hayan podido enterrar a su hijo, como recién lo acaban de hacer, le pone un fin parcial a un limbo: al de buscar a la última víctima de los “falsos positivos” de Soacha en ser encontrada. Una de las 6.402 que determinó la JEP como parte de la misma historia, que sumadas a sus dolientes equivalen a la población de Ubaté, Tocancipá, Leticia o Riosucio.

“Es una felicidad en medio del dolor”, insiste Doris, quien desea su suerte a los familiares de los 52 cuerpos que aparecieron tras encontrar el de Óscar y cuyo asesino, en plata blanca, fue el Estado.

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.