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La viga en el ojo

Lariza Pizano

10 de agosto de 2025 - 12:07 a. m.

Era predecible. No había que ser politólogo ni visionario para anticipar la narrativa del uribismo tras la decisión de la jueza Heredia de imponer medida de aseguramiento a Álvaro Uribe. En Colombia, los discursos se reciclan, y en tiempos de polarización, la respuesta más fácil —para todos los bandos— ha sido culpar a la persecución política. “Aquí ha predominado la política sobre el derecho (...). No es un fallo autónomo, sino con determinadores políticos por el interés oficial de silenciar a un líder opositor”, dijo Uribe, sugiriendo que su condena obedecía a un interés de Gustavo Petro.

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Pero nada más cínico que eso. Uribe busca avivar el fuego para hacer campaña, como ya lo hizo al llamar traidor a Santos o al fabricar una narrativa eficaz y siniestra para justificar el No en el plebiscito. El tiempo desnudó el engaño: las FARC no se tomaron el poder, y Comunes tuvo apenas dos periodos tímidos en el Congreso. Las instituciones, aunque disfuncionales, no colapsaron. Siguen funcionando, con sus mismas mañas, pero funcionando.

Sin embargo, quienes dicen defender esas instituciones hoy las atacan. El alcalde de Medellín fue de los primeros en culpar al comunismo de la captura de Uribe, asegurando que mientras Petro, un exguerrillero, gobierna, Uribe es condenado. Una lectura deliberadamente torcida. Porque si bien las fuerzas políticas y actores armados de la historia reciente, legales e ilegales, se han cruzado en la mayoría de episodios, sus errores han seguido rutas distintas.

Ni el santismo, ni el petrismo, ni el “petrosantismo” llevaron a Uribe al punto de ser condenado. Ni Guacharacas, ni la Escombrera, ni las ejecuciones extrajudiciales, ni las chuzadas del DAS fueron responsabilidad de Petro o las FARC. El gobierno liderado por el expresidente eligió su camino y lo recorrió sin titubeos: el de la guerra con métodos violentos, sospechosos y oscuros. La viga en el ojo.

Hoy, con cada marcha en contra de la decisión de la jueza Heredia, se repite la misma canción. Y el terreno está abonado: la justicia ordinaria avanza, pero tristemente la transicional sigue sin sancionar. Otra sería la historia si la JEP ya hubiese emitido condenas o si la Comisión de la Verdad hubiese señalado con más claridad responsabilidades. Entonces, a los defensores de Uribe les sería más difícil evadir sus propias circunstancias sosteniendo que mientras Timochenko trina, su jefe político está preso.

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Desde el centro también hay voces que creen que la justicia debió esperar para no polarizar más. Pero la justicia no puede estar al vaivén de la opinión ni del calendario político. Argumentar que había que aplazar una decisión judicial para evitar ruido es tan absurdo como si en su momento se hubiese pedido que Argentina no juzgara a Videla o Chile a Pinochet para no empoderar a las izquierdas.

Esta condena no es obra de sus enemigos políticos. Es el resultado de años de decisiones, rutas judiciales, declaraciones de testigos, errores propios y verdades incómodas. Más que un triunfo de los críticos del uribismo, es el epílogo de todo un relato.

P. D. Duras para el periodismo la desaparición de la HJCK, de Voces RCN y de la edición sabatina impresa de El Espectador.

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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