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Lo que dicen las Torres

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Lariza Pizano
13 de julio de 2025 - 05:06 a. m.
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Hace más de una década Bogotá no logra salir de su estado de anomia. Según la más reciente encuesta de Invamer, el porcentaje de personas que cree que la ciudad va por mal camino dobla al de quienes piensan lo contrario. Ni el metro, ni los avances sociales, ni las gestiones recientes han logrado revertir ese desencanto colectivo. El punto de quiebre fue 2010, cuando el Carrusel de la Contratación erosionó la confianza y marcó un antes y un después en la percepción política de la ciudad. Desde entonces, el pesimismo no ha cedido. No ayuda que Bogotá, capital de un país en crisis, viva permanentemente cruzada por las desgracias nacionales. Ahora, tras el atentado a Miguel Uribe, por los recuerdos de la violencia política.

Pero en medio del escepticismo, hay símbolos que resisten. Entre ellos, las Torres del Parque, que cumplen 50 años. Su celebración, liderada recientemente por el Ministerio de las Culturas con un hermoso libro editado por Enrique Uribe, no es un gesto nostálgico. Es una afirmación política necesaria. Una manera de recordar que la arquitectura es clave, que el paisaje urbano también construye ciudadanía. Desde 1995, estas torres son patrimonio cultural de la Nación y la UNESCO evalúa su inclusión en la lista de Patrimonio Mundial.

Rogelio Salmona lo sabía: la decisión de abrir al público el Parque de la Independencia, conectarlo con las Torres y diseñar espacios caminables, no fue casual. Fue una forma de decir que la ciudad no se habita solo desde lo funcional, sino también desde lo simbólico. Creía que la arquitectura era una declaración política y que el lugar, el entorno, la belleza compartida, generan pertenencia. Y la pertenencia, participación.

La sociología urbana lleva años advirtiéndolo: los espacios sin identidad —planificados con moldes repetidos, sin símbolos, sin memoria— generan desarraigo y debilitan la vida democrática. Estudios recientes en Bogotá lo muestran con claridad. Los conjuntos de vivienda estandarizada —que hoy son casi el 40 % de los hogares— ofrecen dignidad material, pero no siempre fortalecen el tejido social. Hay mejor infraestructura, sí. Pero también hay aislamiento, desconfianza, fragmentación. El derecho a la vivienda ha avanzado, pero el derecho a la ciudad sigue pendiente.

En ese contraste, las Torres del Parque recuerdan que es posible otra manera de construir ciudad. Que no se trata solo de edificar, sino de imaginar. De apostar por lugares que convoquen, que sean un punto de encuentro entre memorias diversas y futuros comunes. Por edificios y espacios que no sean iguales en Bogotá, en Cali o en Barranquilla. Por viviendas de interés social que reconozcan que la arquitectura no debe ser un privilegio de ricos. Que habitar no es solo tener techo, sino también tener horizonte.

Hoy, cuando la desesperanza prima y los referentes compartidos escasean —cuando miles se han ido, pero muchos ya ni siquiera podrán largarse por la falta de pasaportes que se avecina—, volver la mirada a la arquitectura es urgente. Porque los lugares importan. Porque el urbanismo es también pedagogía cívica. Y porque, ante la fatiga colectiva, nada más viable que recuperar la esperanza en lo local.

Lariza Pizano

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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Orlando Ortiz Medina(11296)10 de agosto de 2025 - 01:34 p. m.
La referencia al tema de los pasaportes chilla en la columna.
Guille(38844)16 de julio de 2025 - 08:45 p. m.
Hermoso artículo...porque como habitante de las Torres siento afectivamente pertenecer que como ciudadana es tan difícil sentir cuando camino las calles de Bogotá, en especial el centro. Ver los atardeceres bogotanos o ver los cerros orientales me gratifican enormemente como bogotana... y pienso en que la historia de esta ciudad afortunadamente mantiene símbolos como la Torres que como esculturas habitacionales se yerguen y cuidan a quienes vivimos en ellas.
juanmi31(37703)14 de julio de 2025 - 11:23 p. m.
Luis Jorge Riaño, excelente la columna pero no han de faltar los idiotas petristas que en su ceguera no ven mal esos avisos de ofrecer aptos de muñecas de 42 m que parten de la "miserablesa" de 400 millones. Ahí si saltan como panteras embravecidas a pedir que no mezclen peras con manzanas, porque su reducida masa gris no les da para ver la realidad de la miseria en que nos tienen sumidos los mercaderes de la vivienda: constructores y bancarios.
Albertoni(47275)14 de julio de 2025 - 10:26 p. m.
“ pero muchos ya ni siquiera podrán largarse por la falta de pasaportes que se avecina”. Estimada Lariza: Coincido con muchos comentaristas de lo nada que ver el tema de los pasaportes, que me parece, le quedó como un moco en la pared. La palabra “largarse”, es a lo bien, es decir, que termina siendo un lamento, un autoretrato de la “discreta fealdad de la burguesía”; solo tiene que leer esa columna, de su vecina de opinión. Por lo de Bogotá, me gustó su columna.
usucapion1000 .(15667)14 de julio de 2025 - 09:14 p. m.
Los habitantes de las TORRES DEL PARQUE admiran el genio arquitectónico de Rogelio Salmona y la dignidad de la edificación se mantiene porque respetan el entorno y las comunidades aledañas sin pretensiones ni egoísmos. Lástima que esta columna haya vaticinado sin razones claras la deficiencia supuestamente "futura" de pasaportes, inclusión totalmente fuera de contexto y fruto de la imaginación calurienta de una oligarquía que no se resigna a compartir el poder a ningún costo.
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