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¿Marchar por quién?

Lariza Pizano

10 de febrero de 2024 - 09:00 p. m.

Cada vez que coincido con los planteamientos de alguien de la oposición, hago conciencia de que eso no me convierte en uribista.

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Entiendo, como muchos, que no es la primera vez que en los gobiernos recientes la institucionalidad se descuaderna. Pero en este, el que dice ser del cambio, escándalos ha habido semana tras semana y confirman que la idea de que Colombia es una democracia muy sólida no es cierta.

El deterioro institucional no comenzó ahora. Están en la historia las chuzadas del gobierno Uribe a magistrados por investigar la parapolítica, los aportes del cartel de Cali a Samper y la entrada de Job a Palacio. En otros años, el país se descuadernó por la obsesión con la reelección y la gente calló ante la yidispolítica; los paras recibieron ovaciones en el Congreso y Roberto Prieto fue condenado por corrupto. Los escándalos no llegaron con Petro y han sido incluso peores. Pero que esos escándalos hayan existido no justifica que sigan sucediendo. Corrupción es corrupción y, frente a lo público, terminan siendo lo mismo Dragacol, la yidispolítica o torcer el rumbo de una licitación en París. Vivimos la misma desgracia institucional que no tiene nada que ver con que el fiscal Barbosa y la procuradora Cabello no hayan sido peras en dulce.

Es absurda la narrativa de que en otros gobiernos la Fiscalía y la Procuraduría se hicieron las de las gafas y que solo el de Petro es el perseguido. Más absurdo es descalificar a la Corte por no elegir al ritmo del presidente una fiscal, esperando que baje la presión en las investigaciones que la justicia lleva sobre la financiación de la campaña presidencial. Es la Corte la que ha llamado a declarar a Ricardo Roa y ha estado detrás de las actuaciones de Armando Benedetti. ¿Se convoca a los antisistema a marchar contra la Corte en defensa del “golpe blando” que le significan al Gobierno las investigaciones contra ellos?

Una cosa es que indigne que Barbosa ponga placas en su nombre, trastee sus perritos en camionetas públicas y deje en riesgo de prescribir la investigación contra Uribe; otra, que el Gobierno finja locura frente a las suspicacias de corrupción en la gestión de ministros y funcionarios.

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La estrategia de presentarse como un perseguido le funcionó a Petro en la Alcaldía, pero en el largo plazo puede ser un tiro en el pie para cualquier sueño de izquierda. La mayoría del pueblo al que convoca el presidente sabe que Benedetti no es un santo, y está hastiada de oír líos de delfines, embajadores, contratos, apartamentos y finanzas.

Es increíble ver que el presidente y sus ministros llamen ahora a los indignados a marchar para defender al gobierno de las investigaciones en contra de sus alfiles. De nuevo: por más que Barbosa, Cabello y la Corte Suprema tengan su historia, ¿se invita al pueblo a defender con ira a Roa, Leyva o Benedetti? ¿Son héroes para merecerlo? ¿Acaso no son ellos hoy, por ejemplo, parte del establecimiento?

Es cierto que la justicia en Colombia funciona mal y que la derecha extrema acudiría a todas las formas de lucha para salir de Petro, pero llamar a la ciudadanía antisistema a marchar por los mismos de siempre es opuesto a cualquier cambio.

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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