Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Negar la política

Lariza Pizano

04 de mayo de 2025 - 12:07 a. m.

Que los proyectos de Petro son “muy ideologizados” se ha vuelto un lugar común en la conversación nacional. Lo dijo incluso Efraín Cepeda, presidente del Congreso, hace unos días a este diario. ¿Qué tanto fondo puede tener esa crítica viniendo de un político cuya carrera ha sido, precisamente, la del acomodo? Lo que hacen quienes desprecian la ideología no es más que disfrazar de moderación una actitud camaleónica: estar siempre donde haya poder.

PUBLICIDAD

Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar

La ideología no es un defecto, es el dos más dos de la política. Gaviria fue ideológico con la apertura económica, Uribe con la guerra, Santos con la paz, Mockus con la cultura. Incluso el conservatismo de Cepeda —ese que se vende como técnico y centrista— es ideología disfrazada de estabilidad.

A propósito de Mockus, parte del desdén por las ideologías se debe a que su rareza fue malinterpretada. Cuando fue elegido alcalde en el 95, se instaló la idea de que lo “independiente” era más puro. Pero esa narrativa, hija del desprestigio de los partidos tras la Constituyente, les sirvió a muchos para treparse al poder posando de ajenos a la política. Con ese disfraz se han camuflado desde el Ñoño Elías hasta Yidis Medina. El resultado: una fauna de candidatos que hacen campaña renegando de los partidos y sin la necesidad de decir qué planes tienen. Y así, el ciudadano se queda sin herramientas. ¿Cómo distinguir entre tanto discurso de “yo sí soy diferente”? ¿Cómo castigar o premiar con el voto a quien no responde por ninguna colectividad?

Por eso el proyecto de transfuguismo que hoy cursa en el Congreso —y que ya pasó debates sin que nadie se inmute— es un desastre. Permitiría que congresistas y concejales cambien de partido sin perder su curul. Dicen que es por libertad de conciencia, pero todos sabemos que es por cálculo electoral.

La iniciativa la apoyan sectores del Pacto Histórico y partidos tradicionales. La critican la MOE, varios analistas y hasta el uribismo, que esta vez parece recordar que los partidos sirven para algo. Paradójicamente, fue el propio uribismo el que en 2009 abrió la puerta al transfuguismo “por una sola vez” —siempre dicen que es por una sola vez— para consolidar al Partido de la U y garantizar la reelección de Uribe. Liberales, conservadores, indecisos: todos en ese entonces se subieron al bus del poder.

Read more!

En América Latina, donde el transfuguismo es legal —Perú, Bolivia, Brasil, Argentina— el clientelismo se desborda y la representación se diluye. Solo Uruguay, por cuenta de sus altos niveles de cultura política, ha evitado el caos y es la excepción. México y Chile, en cambio, lo prohíben: si alguien cambia de partido, pierde el cargo. Eso, al facilitar el uso del voto como premio o castigo a los partidos, ha ayudado a fortalecer la alternación del poder.

Como dijo Angélica Lozano, este proyecto solo ampliaría la “colcha de favores” que ya es la política colombiana. Y sí, es útil para quienes niegan las ideologías, para los políticos de turno que se acomodan al poder como quien cambia de camisa.

Lo ideológico no es el problema. El problema es que quienes gobiernan nieguen la política como visión colectiva y no tengan consistencia ideológica con nada.

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.