Las palabras importan. Generan paz, tranquilidad y alegría, cuando son bien utilizadas y se enfocan en la esperanza. Bendecir, bien-decir, declarar cosas positivas, dice la Biblia refiriéndose a los actos de obras y de fe para hacer el bien.
Eso lo debería saber el gobierno de Iván Duque, que es tan católico. Pero en un contexto de radicalización política como el colombiano, el lenguaje oficial no siempre se usa para construir. En muchos casos, detrás de la narrativa de reconciliación, unidad y paz con legalidad se esconden simplificaciones con un poder enorme para amplificar la violencia, las exclusiones, las agresiones, la ira.
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Por Lariza Pizano
Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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