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Un nuevo aire

Lariza Pizano

08 de abril de 2023 - 09:05 p. m.

Los días recientes han sido de resurrección para el Acuerdo de Paz. Después de la reunión con Rodrigo Londoño en la Casa de Nariño, en la que el líder de Comunes expresó su preocupación con la matanza de los firmantes de 2016 y se hizo evidente la poca capacidad de la oficina de paz de Palacio para avanzar en la implementación, el presidente Petro aceptó con altura corregir el rumbo.

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En un gesto empático con quienes lo eligieron por apoyar la paz, y siendo coherente con su historia de defensa de los acuerdos y de la apertura democrática, hizo una visita con Londoño a Mesetas. Allí les habló, cara a cara, a las 200 familias que viven en el ETCR Mariana Páez y desde hace semanas están amenazadas de muerte por los desertores del llamado “Estado Mayor Central”, con quienes el Gobierno busca avanzar en procesos de “paz total”.

Acompañado por la ONU y al asegurar que era la primera vez que visitaba “un espacio de estos”, reconoció la necesidad política de marcar diferencias con las acciones del gobierno de Duque frente a la paz. En vez de mostrar tablitas contando cuantos “reinsertados”, como los llamaba el expresidente, habían hecho cursos de cerámica, costura o culinaria en el SENA, reconoció que los acuerdos de paz no han sido cumplidos por el Estado en temas como la reforma rural y anotó que si el Estado no cumple, la guerra tiene más opciones de reencaucharse. La presencia del presidente fue un símbolo importante de institucionalidad y su compromiso de acelerar la implementación le da un nuevo aire.

Lo más importante del discurso de Petro fue darle la instrucción al comisionado Rueda de separar las tareas de la “paz total” de aquellas necesarias para implementar el acuerdo con las Farc. “Porque estamos colapsados”, dijo con espíritu pragmático. Y en Mesetas la audiencia aplaudió cuando él pidió “hacer rápidos los procesos para que el Acuerdo se pueda cumplir en su dimensión global”. Esa es una salida concreta, compartida por los expertos, que significa ajustar la arquitectura institucional que se inventó Mauricio Lizcano para los temas de paz y había dejado sin poder a la oficina encargada de la implementación.

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Junto a su visita, el otro acierto del presidente estos días en materia de paz fue haber aceptado sentar a sus negociadores de paz con quienes negociaron, en nombre del Estado, el Acuerdo con las Farc. Con esa instrucción para los suyos, les dio a entender a varios activistas de su gabinete que se puede aprender de lo aprendido, y que se equivocan al plantear un falso dilema entre “la paz popular” y “el santismo”.

Finalmente, generó tranquilidad entre muchas audiencias que le exigiera al Eln un alto el fuego y de hostilidades como condición necesaria para el diálogo.

Ahora que los comandantes del mal reconocido como “Estado Mayor Central” insisten en su interés en la “paz total”, valdría la pena que el comisionado Rueda les exija que si quieren hacer parte de ese proceso, dejen de amenazar a los firmantes de 2016. De eso, tan básico, de penderá el éxito de las buenas promesas que el presidente hizo en Mesetas. La autoridad y la eficacia legitiman e importan.

Por Lariza Pizano

Politóloga de la Universidad de los Andes, académica y especialista en política colombiana.
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