Hipocresía radical

Si hay algo que enseña cubrir el ejercicio de la política en Colombia es que la hipocresía y la incoherencia son materia en la que algunos pueden volverse doctores. Y en esa galería de farsantes, en el partido Cambio Radical varios ganan mención de honor.

Mientras en la colectividad opositora se llenan la boca criticando la corrupción del gobierno de Gustavo Petro, guardan conveniente silencio sobre el escándalo que hoy toca a una de sus figuras más prominentes: el alcalde de Barranquilla, Álex Char.

La bomba explotó con el pronunciamiento público esta semana de Héctor Amarís, conocido como el Oso Yogui, quien desde Miami anunció su intención de colaborar con la Fiscalía colombiana. Lo que promete contar el otrora amigo de parrandas y mandadero del mandatario local no es menor: asegura que detallará cómo Char y su círculo cercano tejieron una red de corrupción en la ciudad que incluye el saqueo a la empresa mixta de servicios públicos Triple A, un entramado de compra de votos con Aída Merlano y hasta lavado de activos supuestamente usando las supertiendas Olímpica.

Hay un punto crucial que hace que el mutismo de Cambio Radical sea absolutamente ruidoso: Amarís ha dicho explícitamente que va a hablar de la corruptela liderada por Char con “directores de su partido político” (ver carta al final).

Pues bien, Cambio Radical no sólo es la colectividad en la que Char, su papá Fuad y su hermano Arturo llevan años militando. También, ha sido el patrocinador oficial de los avales cuestionados que han permitido a ese clan consolidar su poder en la región Caribe. A través de este partido, el charismo ha podido respaldar candidatos y alianzas políticas con personajes con prontuario criminal o historial clientelista, como Oneida Pinto en La Guajira y los grupos de Alejandro Lyons en Córdoba y La Gata en Magangué.

Los Char, a su vez, son la vieja y confiable aplanadora de votos y plata a la que Germán Vargas Lleras acude cada vez que se quiere lanzar a la presidencia.

Sin embargo, aquí estamos, con el jefe natural y el resto de la cúpula del partido haciéndose los desentendidos. Vargas, que siendo vicepresidente se dedicó a engordar la maquinaria de los Char entregándoles hasta ministerios, opta por la prudencia selectiva. Los cuatro congresistas (Carolina Arbeláez, Lina Garrido, Carlos Fernando Motoa y Jorge Benedetti) que lideraron la réplica opositora a Petro tras el fracasado consejo de ministros, acá no se pronuncian. El precandidato presidencial, David Luna, hasta hace unas semanas copartidario, tampoco tiene nada que decir. La colectividad que sale en cadena nacional a criticar las denuncias y podredumbre que rodea al Gobierno Nacional, no tiene la misma energía para referirse a las denuncias y la podredumbre en su propia casa. Ni siquiera para negarlas o hacer y hacerse alguna pregunta al respecto.

¿A qué directores de Cambio Radical se refiere Héctor Amarís en su comunicado?

En Barranquilla ya corren rumores de que las declaraciones del Oso son, en realidad, una forma de chantaje a los Char para negociar su silencio. El empresario y precandidato a la Alcaldía, Samuel Tcherassi, que tiene cómo saberlo porque los conoce, dijo en redes sociales que el tema ya estaría resuelto con un “silencio comprado”.

Pero incluso si Amarís no hablara o sus supuestas pruebas no vieran la luz, la pregunta ya está en el aire y no se entiende seguir guardando silencio frente a una acusación tan grave si no es porque prefieren proteger el activo electoral barranquillero que pondrán a disposición en 2026.

Cabalgar sobre las cenizas de un Gobierno que está en implosión no es difícil; asumir responsabilidades políticas públicas demanda liderazgo moral. Cuando se tiene.