Tras dos años de investigación y escritura, cuando ya estaba editado, con portada y listo para imprimir, Editorial Planeta decidió no publicar mi libro “La costa nostra” (historia no oficial de los Char, el clan más poderoso de Colombia). Argumenta miedo a una demanda.
A fines de 2020, le presenté a Planeta una propuesta para publicar un libro sobre los Char de Barranquilla. En un documento de cinco páginas, detallé a esa editorial mi idea de contar la historia del clan político más poderoso de Colombia y sus contratistas aliados, y me presenté como la periodista que desde 2015 viene cubriendo desde terreno sus movidas.
En marzo de 2021, firmamos el contrato, y en agosto de 2022 mandé la mitad de los capítulos. En abril de este año, hice la entrega final del manuscrito. Dentro de Planeta, durante esos dos años, me entendí con un editor que todo el tiempo me impulsó, revisó el texto, estuvo al tanto de cada dificultad de la reportería y se emocionó conmigo frente a cada avance.
El proyecto del libro contó, asimismo, con el apoyo fundamental de Juanita León, directora de La Silla Vacía, el medio en el que trabajé diez años, justamente escribiendo sobre cómo funciona el poder desde la región Caribe. En una renovación de la utopía periodística, por un año La Silla me brindó respaldo económico para que pudiera dedicarme exclusivamente a investigar y escribir. Luego, Juanita editó cada capítulo y escribió el prólogo.
Además de eso, por solicitud mía, la fundación El Veinte (que trabaja para la defensa judicial de la libertad de expresión de periodistas y medios) y su directora, Ana Bejarano, abogada y columnista de Los Danieles, realizaron la edición legal del manuscrito. Entre otros asuntos, Ana y El Veinte me sugirieron incluir el relato de algunos mensajes intimidatorios que me llegaron durante la investigación, pues contar eso permite que los lectores comprendan los retos que implica este tipo de trabajos periodísticos.
En mayo pasado, la Editorial Planeta solicitó el concepto legal de Ana Bejarano. El documento señaló la alta posibilidad de litigio por parte de las personas investigadas, pero recomendó la publicación del libro por tratarse de un tema de preponderante interés público y respaldado en una reportería completa y suficiente: “Cumple con todos los estándares periodísticos”.
Ese mismo mes de mayo, Planeta diagramó el libro, hizo la corrección de estilo y su departamento de arte diseñó la portada, con opiniones mías que fueron tenidas en cuenta. Poco antes de eso, la editorial había organizado que un fotógrafo me tomara la foto para la solapa.
Finalmente, a principios de junio de 2023, me informaron que La costa nostra entraba a una fila de impresión.
Con ilusión y la certeza de que después de un gran esfuerzo profesional y emocional había logrado concretar un trabajo relevante para los ciudadanos y de una calidad periodística avalada por editoras de quilates, comencé a planear incluso el lanzamiento. Los colegas María Jimena Duzán y Juan Roberto Vargas aceptaron amablemente hacer esa presentación.
Cambio inesperado
A lo largo de dos años en los que, desde el principio, fui transparente en mi propuesta de trabajo, solo había recibido muestras de una expresa intención en la Editorial Planeta de publicar mi libro. Jamás me manifestaron ni una duda, ni aprensiones frente al tema o las personas investigadas, así que nada me hacía pensar otra cosa. Hasta el pasado 4 de julio, fecha en que acudí a una reunión extraordinaria a la que fui citada en la sede de Planeta en Bogotá.
Ese día, en una conversación que duró media hora, Mariana Marczuk, directora editorial de Planeta para la región Andina, me notificó que la corporación decidió no publicar mi libro porque no quiere asumir el riesgo legal de una eventual demanda por daños morales. Aseguran que enviaron el manuscrito a una revisión de su departamento legal en España y fue allá que dispusieron eso.
Durante la charla, Marczuk definió La costa nostra como “una joya del periodismo de investigación”, “una investigación periodística impecable” y un “extraordinario libro”. Afirmó que la calidad periodística del manuscrito “no está en discusión”, e incluso me deseó que ojalá encontrara algún espacio para publicarlo. “Suena un poco absurdo y raro, pero las puertas de Planeta estarán siempre abiertas para ti. Ojalá en el futuro haya menos caminos intrincados que podamos recorrer”, afirmó la funcionaria.
Por supuesto, me anunciaron la terminación unilateral del contrato que teníamos desde ese mismo momento.
Hago pública esta historia porque creo que no solo es lamentable, sino que es de absoluto interés público que una investigación periodística relevante no pueda ver la luz. Los ciudadanos pierden cuando no pueden acceder a la información. Considero, también, que es un mensaje duro que puede inhibir a otros colegas que estén pensando en proyectos similares para cubrir el poder.
Además, lo cuento porque la no publicación de este libro abre una posibilidad de riesgo para mí, debido a que muchos de los personajes a los que alude la historia ya saben que este existe, pero —al menos que yo sepa— no conocen aún su contenido.
Como lo ha documentado la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP)*, en varias ocasiones durante el ejercicio de mi cubrimiento regional he sido objeto de agresiones como robo de información, mensajes intimidatorios y presiones. Relacionistas públicos de megacontratistas de Barranquilla —una de ellas, una prestigiosa periodista con sede en Bogotá— se han dedicado por años a denigrar de mi trabajo entre cierto círculo del poder mediático de la capital.
Por este antecedente, le he preguntado a la Editorial Planeta si en algún momento recibió algún tipo de presión para no publicar el libro, pero no me han contestado aún.
En general, me pregunto qué activó o cómo pudo haber nacido a última hora un miedo que nunca manifestaron, frente a una investigación planteada de manera transparente desde su borrador, y cuya calidad y rigurosidad ellos mismos reconocen. Mucho más teniendo en cuenta que quien responde ante cualquier litigio soy yo como autora.
El libro intenta explicar las luces y sombras de este grupo de poder, entre ellas el nacimiento y la expansión de su hegemonía, el entramado de contratación que han establecido, sus relaciones con el poder nacional, los detalles de su alianza con Aida Merlano y el suprapoder en Barranquilla de sus grandes aliados: los Daes.
El efecto del silenciamiento de Planeta a mi obra continúa, por cuenta de que, al cierre de esta edición y pese a reiteradas peticiones, siguen sin devolverme mi manuscrito, lo cual entorpece su publicación. Sean cuales sean las razones de la editorial, su decisión constituye un esfuerzo de censura previa, la cual está prohibida por la Constitución. Incluso si es solo miedo a los señores poderosos que retrato en el libro.
Como periodista convencida del valor superior de la libertad, me resisto a cualquier tipo de censura y a enterrar o domesticar las verdades. Las armas para hacerlo son las únicas con las que cuentan los periodistas de raza: el coraje y la palabra. A veces, o casi siempre, estas son apenas la honda de David, pero no importa. Porque el silencio no es una opción.
*Desde este año, hago parte del consejo directivo de la FLIP.