
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En momentos en que el país sigue en consternación por el lamentable atentado al precandidato presidencial de la oposición Miguel Uribe, cuando de todos los sectores se oye algún llamado a la calma y a bajarle a la violencia verbal, el presidente Gustavo Petro nombró como una de sus manos derechas a un fanático intolerante, enemigo declarado de la prensa libre y promotor de la desinformación.
No es uno, ni dos, ni tres: son decenas de trinos en los que Alfredo Saade, nuevo jefe de gabinete del Gobierno, destila su inquina contra el que piensa distinto, insulta a cualquier crítico del petrismo y deslegitima sin pudor los valores democráticos. Un supuesto pastor religioso que ha hecho de practicar el odio y decir mentiras su manera de intentar estar en la conversación pública.
Además de la incoherencia que supone para un proyecto progresista tener a un opositor a derechos como el matrimonio igualitario, Saade propone cerrar medios críticos “sin contemplaciones” y con “todo el peso de la ley”. Azuza a la gente a marchar en contra de periodistas, a los que generalizadamente acusa de mafiosos y trata de “víboras”, y hasta pide cárcel para algunos. “Un solo periodista que caiga preso”, suspira en sus publicaciones.
En un ejercicio de servilismo que sólo se explica por el peso del nombramiento que le dieron, dice que los periodistas deben entender que si aman a Colombia indefectiblemente tienen que respaldar a Petro, y también se ha referido a quienes defienden la libertad de expresión como “llorones”. A la FLIP, la organización colombiana que en la lucha por ese valor fundamental se ha convertido en un referente en Latinoamérica, la ha señalado de ser “de puros paracos”.
El nuevo alfil de Palacio ha llegado a señalar que el exceso de democracia perjudica al gobierno. “¿Quieren un Bukele? Hay que darles un Bukele”.
En sintonía con su desprecio disfrazado de reclamo al periodismo, Alfredo Saade es una fábrica de datos y noticias sin pruebas, todo bajo la vieja fórmula del “me escriben al privado”, “me informaron”, “me dijeron fuentes confiables”. Con ese talante, en septiembre de 2024 salió a afirmar que le habían dicho que en tres meses a Petro lo iban a envenenar con una sobredosis de droga. En la difusión, fue apoyado por el escudero de prensa del petrismo desde el sistema de medios públicos, Hollman Morris, que lo entrevistó “en exclusiva”.
Por supuesto, todo charlatán tiene derecho a su charlatanería. El problema es que un presidente decida entregarle a un personaje así uno de los principales cargos de poder de la Casa de Nariño: una asesoría clave en la operación política y estratégica del Gobierno, que puede coordinar ministros, supervisar oficinas clave y controlar la agenda del mandatario.
En Valledupar, la tierra del autodenominado pastor, nadie entiende cuál pudo ser el cálculo de Petro para nombrarlo. ¿Votos? Alfredo Saade no tiene. En el Cesar es conocido como un político menor, que monta candidaturas para luego aliarse con algún caballo ganador que le devuelva el favor con un cargo. Además, asociaciones religiosas aseguran que no cuenta con reconocimiento como pastor en ninguna parte. ¿Lealtad? Tampoco parece tener sentido, considerando que ha pasado por Cambio Radical, ha sido aliado de fichas del cuestionado clan Gnecco y ha buscado acercamientos incluso con el uribismo. ¿Eficiencia y conocimiento? Mucho menos, a juzgar por un video de la época del COVID en el que intenta “atacar” al virus cortando una pelota con un cuchillo.
Y todo esto al final no habla tanto de Saade como de Petro, y de lo que le espera a Colombia en la última curva de mandato y el arranque del año electoral.
