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La esperanza de Miguel

Laura Ardila Arrieta

30 de marzo de 2025 - 12:06 a. m.

“El odio se amortigua/ detrás de la ventana./ Será la garra suave./ Dejadme la esperanza”: Miguel Hernández.

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Este viernes se cumplieron 83 años desde que a Miguel Hernández lo dejaron morir en una cárcel de la dictadura franquista, que le negó atención médica a la tuberculosis que padecía. Para conmemorarlo, la dirigencia del partido Vox en Orihuela, su pueblo, ordenó retirar del espacio público unos retratos del poeta y se niega a restituirlos. La semana pasada en el ayuntamiento, una representante de esa derecha heredera del franquismo aseguró que lo que ocurre es que deben guardar neutralidad y el mismo criterio de reconocimiento frente a las víctimas de la Segunda República; como si una tiranía significara lo mismo que quienes se opusieron a ella.

Unos quince días atrás, una jueza había condenado al profesor universitario de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, por “afectar el honor” de uno de los militares que participó en el tribunal que condenó a Hernández a muerte en 1940, y le ordenó rectificar sus investigaciones y pagar una indemnización de 10 mil euros al hijo del funcionario.

El catedrático declaró que el fallo afecta su libertad de expresión y de cátedra, y que es más propio de “épocas pasadas”. Pero son estas épocas. Las mismas en las que, el año pasado, de nuevo políticos de Vox se opusieron a la declaración institucional pública para anunciar precisamente la anulación de los juicios franquistas que sentenciaron a Miguel Hernández por rebelión. Esos procesos fueron invalidados por una Ley de Memoria Democrática, pero sus opositores se niegan a que esta incluya lo que consideran un lenguaje “antifranquista” y hasta a que se use la palabra “fascismo” para referirse a los tiempos de Franco.

Los que intentan borrar a Miguel Hernández de su propia tierra se ofenden con la verdad histórica de un país en el que el dictador murió enfermo de viejo y, en general, desprecian todo lo que les parezca incómodo o diferente. Son representantes feroces del negacionismo que recorre no a España sino al mundo. Los mismos que criminalizan a la población migrante, niegan la crisis climática, banalizan la violencia de género y pelean por la libertad, pero la libertad para difundir mentiras y odio.

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Miguel Hernández, como por fortuna muchos saben, es la expresión de todo lo contrario a eso. El poeta pastor fue un humanista cuyas letras, desgarradoras y, al tiempo, rebosantes de esperanza y amor, son lecciones de un profundo compromiso con la vida. Su voz aún resuena alentando contra la injusticia: “Acércate a mi clamor, pueblo de mi misma leche, árbol que con tus raíces encarcelado me tienes, que aquí estoy yo para amarte y estoy para defenderte”.

Sobre él escribió Pablo Neruda: “Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor”.

Hace unos meses, en su tumba en Alicante, alguien dejó un papel escrito a mano, asegurado con dos piedras adornadas con figuras de El Principito para que el viento no se lo llevara. Decía: “Miguel, eres el rayo que no cesa”.

Que al menos nos quede esa esperanza en estos tiempos.

Por Laura Ardila Arrieta

Periodista Caribe con un gusto especial por la crónica y los reportajes sobre el poder. Autora del libro ‘La Costa Nostra’, historia no autorizada del clan Char. Ha ganado cinco premios nacionales de periodismo, incluyendo el Simón Bolívar en la categoría Periodista del año en dos ocasiones.
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