Al persistente bogocentrismo del periodismo le debemos que siga pululando la figura del político que en Bogotá muestra imagen de estadista, mientras en las regiones se comporta como manzanillo. Aquellos que en la capital, bajo el foco de los llamados ‘grandes medios’, hablan de propuestas e independencia, al tiempo que en la periferia toman doctorado en componendas y clientelas porque creen que allá nadie los cubre. O casi nadie. Un ejemplo reciente de esta dinámica es Rodrigo Lara Restrepo.
El exsenador de Cambio Radical confirmó esta semana que buscará ser candidato a la Alcaldía de Bogotá. Lo hizo a través de un video en el que anuncia que recogerá firmas sin políticos mañosos ni partidos, de los cuales despotrica diciendo que son cárceles que someten la voluntad de sus integrantes. “Nunca más voy a volver a ser prisionero”, aseguró Lara.
Para empezar, hay que decir que ese rompimiento con la política tradicional no es tan claro. Al menos eso se deduce de los acercamientos que ha venido teniendo el aspirante con políticos profesionales como Roy Barreras y Simón Gaviria.
El lunes pasado, durante un encuentro privado para hablar de las regionales de octubre, Gaviria les informó a varios de los concejales liberales de Bogotá que se había reunido con Lara, y que el Partido Liberal tiene entre sus posibilidades apoyar esa aspiración.
Aunque aún no hay una decisión final, el liberalismo contempla hacer una encuesta en la que además podrían estar el exsenador Carlos Galán (quien también ha conversado con Simón) y el propio delfín Gaviria, para escoger su candidato a la Alcaldía bogotana.
Lara está igualmente en la baraja para la capital del partido de Roy, como me lo confirmó este jueves el anulado presidente del Congreso cuando le pregunté si se había reunido con ese aspirante para hablar de una posible alianza: “Así es. Rodrigo asistió al lanzamiento de nuestro partido la Fuerza de la Paz. Es mi amigo y es un gran candidato. Hemos hablado”.
El manual de irse por firmas para verse como independiente ya lo había aplicado Germán Vargas Lleras en las presidenciales de 2018, cuando, lejos de una iniciativa ciudadana, armó campaña con casi todas las maquinarias cuestionadas del país.
Más allá de esta contradicción, la nueva postura de Lara contrasta con la tradición de sus movidas políticas en las regiones. Jugadas hechas no propiamente como un “prisionero”, sino como el dirigente tradicional que ha sido.
Hasta las elecciones del año pasado, Lara estuvo tocando la puerta del grupo con el que Álex Char, Dilian Francisca Toro, Luis Pérez y Federico Gutiérrez, entre otros, buscaron ponerle contendor presidencial fuerte a Gustavo Petro. Incluso asistió a un almuerzo privado con algunos de esos políticos, en casa de Dumek Turbay, exgobernador de Bolívar, en Cartagena.
Para las legislativas, les hizo campaña a Carlos Julio González Villa, punta de lanza del cuestionado clan del Huila de los González Villa. Y a Ana María Castañeda, esposa y heredera de Mario Fernández Alcocer, cacique sucreño que fue aliado de los Char.
Eso sin mencionar su ya clásico video de 2015 haciendo campaña en Riohacha por la cuestionada Oneida Pinto, cuando era director de Cambio Radical.
Por cierto, cuando tenía ese cargo y a ese partido le llovían críticas por los avales a cuestionados, Lara decía en privado que “con un poco de opinión y un poco de boñiga” el vargasllerismo se convertiría en la fuerza electoral más poderosa del país.