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Mis tías y mi mamá fueron invitadas a una fiesta de quince años. Había un peinado de moda que querían hacerse, así que Margot las envió a la peluquería. Mi mamá no quería ir; era la menos vanidosa de todas. “Que te hagan una trenza y el resto liso, querida, pero que te veas distinta”, le dijo.
Las tres Domínguez llegaron al local y se acomodaron para que les lavaran el cabello. Sin embargo, a los pocos segundos el agua se cortó. “Niñas, no las podemos peinar, ustedes tienen piojos”, les dijo la peluquera. Avergonzadas, regresaron a casa.
A Margot siempre le importaron las formas, pero tuvo que aprender a ser esposa y madre en fincas sin acueducto, con un calor constante que la agobiaba. Para distraerse, leía El Quijote de la Mancha mientras su esposo trabajaba fuera durante meses. Con el tiempo, aprendió a ser práctica. Ante el problema, les pidió a sus hijas ponerse batas y subir a la terraza.
Con las cabezas inclinadas hacia adelante, las tres se dejaron aplicar el remedio en el que su madre confiaba y que, según ella, sería efectivo en cuestión de minutos. Afirmaba que en una hora podrían volver a la peluquería con el cabello limpio. El resultado fue distinto: el producto no solo mató los piojos, sino que les provocó una intoxicación que comenzó quince minutos después, con vómitos y diarreas incontenibles.
Durante años, mi mamá ha recordado el episodio —a veces con humor, otras con cierto resentimiento—, lamentando la pérdida de su abundante cabellera. Dice que el “Dedetil” casi las mata, que Margot las dejó sin fiesta y que, por culpa de aquella “solución”, su pelo quedó reducido a los “cuatro pelos” con los que ha vivido desde entonces.
El producto al que probablemente se refiere es el Insec liq detil, que, según búsquedas recientes, es un insecticida para fumigar cucarachas, moscas, zancudos y hormigas.
