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¿Cómo se mataba una gallina?

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Laura Camila Arévalo Domínguez
27 de octubre de 2025 - 04:35 p. m.
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Margot estaba sola en la finca y escuchó que alguien la llamaba. Cuando salió, vio a uno de los trabajadores de mi abuelo: “Niña Margo, que tenga almuerzo para don Francisco y los señores que llegaron de Valledupar”. Esos señores eran ganaderos y había que atenderlos, pero en la casa solo había gallinas. Gallinas vivas. Margot jamás había matado una gallina.

Al llegar, los señores ensillaron los caballos y se fueron con mi abuelo a los potreros para ver al ganado. Mientras los hombres miraban vacas, mi abuela correteaba gallinas: logró acorralarlas y agarrar a una más o menos gordita. ¿Y quién la mataba? ¿Cómo se mataba a una gallina? Se asomó a ver si pasaba alguien. Nada. Esperó 10, 15 minutos con la gallina amarrada. Nada. No tenía más tiempo y ese sancocho no se iba a hacer solo. Miró un cuchillo. ¿Será que la decapito? No, no me atrevo, pensó Margot. ¿Y cómo le tuerzo el pescuezo? No, menos.

Le amarró la cabeza a un poste. Con una cabuya diferente le agarró las patas, se envolvió esa pita en una mano y comenzó a correr. La gallina luchó todo lo que pudo, hasta que Margot sintió que paró, así que se giró para revisar. La había ahorcado.

¿Y qué sentiste?, le preguntó mi mamá, quien me ayudó, junto con mi tía Laura, a hacer la reportería para esta columna.

¿Qué sentí? Nada, querida, yo lo que quería era que esa gallina quedara bien muerta para hacer ese sancocho.

A sus 18 años, mi abuela ya había escuchado que, después de matarlas, a las gallinas había que colgarlas de las patas para que la sangre se le fuera a la cabeza, así que así lo hizo. Puso a hervir agua para pelarla, la metió a la olla para que se le aflojaran las plumas, la sacó, se las quitó, le abrió la barriga para sacarle “las menudencias” y, cuando los señores llegaron con mi abuelo y el negocio del ganado cerrado, el almuerzo estuvo listo.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
Conoce más

 

Pedro Juan Aristizábal Hoyos(86870)28 de octubre de 2025 - 11:51 p. m.
Jaime Garzón hace una corta y maravillosa descripción fenomenológica de las gallinas. Son comadres y conversadoras y nos dan un excelente alimentos para el desayuno. Cuanto les debemos?
Juan Francisco Ruggiero Rodriguez(67605)28 de octubre de 2025 - 11:24 a. m.
La nostalgia de la editora cultural deja mucho que pensar. Muestra lo anodino de sus ancestros rurales antes de la acelerada urbanización, carentes de peso histórico pero llevados a letras de molde por la cómoda posición de la editora. Cuanto desperdicio.
SÓTERO(26571)27 de octubre de 2025 - 11:35 p. m.
Todavía no logro entender a qué apunta esta saga de escenas rurales.
Mar(60274)27 de octubre de 2025 - 07:51 p. m.
Que triste, pobres gallinas y como son de especiales y de inteligentes.
Concha Arevalo(99107)27 de octubre de 2025 - 06:03 p. m.
?????
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