En este mundo del multitasking necesitamos instrucciones para detenernos. Olvidamos observar el movimiento de una rama y darle a esa rama la misma relevancia que tiene tomar el bus a tiempo. Para celebrar la presencia, la atención plena del instante, habría que recetar dos libros bellamente ilustrados que recién publican dos editoriales independientes: Instrucciones para despertar una mariposa (Editorial Siete Gatos) y Las visiones fantásticas (Tragaluz).
¿Cómo despertar a una mariposa? Apenas con un respiro, el movimiento más leve, una palabra: “Enciérrate/ que solo importe/ el sonido del aire/ que sostiene tu cuerpo”, escribe Francisco Montaña Ibáñez en este libro de poesía que empezó como respuesta a su práctica de Kundalini Yoga. No hay instrucciones de posturas, pero sí hay serpientes, vacas, gatos, mariposas y metáforas para entender el movimiento y su intención: “Elévate/ el cielo es tu medida”.
La respiración, tanto en el yoga como en la vida, ayuda a enfocarse en el ‘ahora’: “Recuerda lo que el aire contiene/ y descubre allí/ tu montaña favorita”. Son viajes viento adentro o poemas para despertar. Las ilustraciones de María Wernicke cuentan una historia complementaria: un chico se enreda en un ovillo de lana y va entrelazando las rosas, la luna y lo que está a su alrededor. Es el hilo de la historia que solo se puede romper cuando al fin ha entendido las instrucciones para despertar a la mariposa que lleva adentro: “... no todo quiere ser visto/ con esos ojos tuyos grandes”.
En Las visiones fantásticas, de María José Ferrada, con ilustraciones de Amalia Restrepo que elogian lo mínimo y el color, se habla de un pequeño dios -o el dios de las pequeñas cosas- que habita en el jardín. De él murmuran las flores, que a la vez son “niñas pelo de cilantro”, y la madre que es el mirlo: “... mamá lo contaba con voz de cantar”.
Los buenos libros tienen el poder de hacernos detener, por ejemplo, en esos caracoles sonámbulos que están a la entrada de nuestra casa. Si nos acercamos lo suficiente veremos que llevan faroles, tal vez porque se creen luciérnagas. O este es el juego que nos propone Ferrada con su delicada prosa: “... una lámpara que brillaba como fruta de luz”. Sí, nos hacen falta instrucciones para escuchar a “dos Eulalias hablando de un jardín por el que atravesaba el canto de un pájaro verde”.
En este mundo del multitasking necesitamos instrucciones para detenernos. Olvidamos observar el movimiento de una rama y darle a esa rama la misma relevancia que tiene tomar el bus a tiempo. Para celebrar la presencia, la atención plena del instante, habría que recetar dos libros bellamente ilustrados que recién publican dos editoriales independientes: Instrucciones para despertar una mariposa (Editorial Siete Gatos) y Las visiones fantásticas (Tragaluz).
¿Cómo despertar a una mariposa? Apenas con un respiro, el movimiento más leve, una palabra: “Enciérrate/ que solo importe/ el sonido del aire/ que sostiene tu cuerpo”, escribe Francisco Montaña Ibáñez en este libro de poesía que empezó como respuesta a su práctica de Kundalini Yoga. No hay instrucciones de posturas, pero sí hay serpientes, vacas, gatos, mariposas y metáforas para entender el movimiento y su intención: “Elévate/ el cielo es tu medida”.
La respiración, tanto en el yoga como en la vida, ayuda a enfocarse en el ‘ahora’: “Recuerda lo que el aire contiene/ y descubre allí/ tu montaña favorita”. Son viajes viento adentro o poemas para despertar. Las ilustraciones de María Wernicke cuentan una historia complementaria: un chico se enreda en un ovillo de lana y va entrelazando las rosas, la luna y lo que está a su alrededor. Es el hilo de la historia que solo se puede romper cuando al fin ha entendido las instrucciones para despertar a la mariposa que lleva adentro: “... no todo quiere ser visto/ con esos ojos tuyos grandes”.
En Las visiones fantásticas, de María José Ferrada, con ilustraciones de Amalia Restrepo que elogian lo mínimo y el color, se habla de un pequeño dios -o el dios de las pequeñas cosas- que habita en el jardín. De él murmuran las flores, que a la vez son “niñas pelo de cilantro”, y la madre que es el mirlo: “... mamá lo contaba con voz de cantar”.
Los buenos libros tienen el poder de hacernos detener, por ejemplo, en esos caracoles sonámbulos que están a la entrada de nuestra casa. Si nos acercamos lo suficiente veremos que llevan faroles, tal vez porque se creen luciérnagas. O este es el juego que nos propone Ferrada con su delicada prosa: “... una lámpara que brillaba como fruta de luz”. Sí, nos hacen falta instrucciones para escuchar a “dos Eulalias hablando de un jardín por el que atravesaba el canto de un pájaro verde”.