Cortázar, el tejedor

Juliana Muñoz Toro
15 de julio de 2022 - 01:03 p. m.

Estos últimos días he vuelto a la obra de Julio Cortázar, como siempre se vuelve a la obra de este Cronopio, pero con otros ocho ojos. Cortázar era un tejedor de historias, historias en las que habitan de manera permanente el ovillo, el hilo, la mujer que teje, la araña.

En Casa Tomada Cortázar quiere que Irene esté tejiendo todo el día como una forma de mostrar su rutina y cómo ésta va cambiando cuando “algo” se va tomando la casa en la que vive con su hermano: “A mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso”.

El tejido es de las últimas cosas que pierden en la casa devorada por una presencia no explícita. Es entonces cuando saben que deben irse: “Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo”. Imaginé que Irene sabía bien que, mientras sujetara el hilo, ella iba a estar conectada a todo lo que este tocara. No querría que la tomaran también a ella.

En Rayuela hay un capítulo suprimido por el mismo autor pues, dijo, lo encontraba repetitivo. En este, el hombre pega con adhesivo hebras de ovillo negro que van del cuerpo de la mujer dormida a diferentes puntos de la habitación. Como atrapándola en su telaraña. Pega muchas especialmente en el ombligo, el centro de su mundo, el lugar donde nacen todos los hilos. Es un acto erótico.

Finalmente en la Rayuela que conocemos, quedó la manía de Horacio de andar con cordeles o “piolines” en los bolsillos que recogía del suelo, “de juntar hilos de colores y meterlos entre las páginas de los libros, de fabricar toda clase de figuras con esas cosas (...).  Oliveira se preguntó si la fragilidad de los hilos no le daba algo así como una perversa satisfacción”.

El vacío es una de las características del tejido: hay aire entre los puntos y ese espacio también nos cubre de alguna manera. Pero él, Oliveira, no quiere ser atrapado de ninguna manera. Por eso, de alguna manera huye a su novia Gekrepten, quien le teje y desteje pulóvers para el invierno para este “Hodioso Hodiseo/Horacio”.

También hay referencias de este tema en Bruja, Circe, No se culpe a nadie, Tejedoras, Historias de Cronopios y de Famas, Divertimento, Babas del Diablo, Pieza en tres escenas y La ceremonia. Así cierro este hilo, seguramente incompleto, de un Cortázar que sabe bien que la escritura es tejido, que las palabras son hilos, que las manos son agujas. Y que con cada trama es capaz de congelar el tiempo, rehusarse a la muerte, volver a lo íntimo, doméstico. Y así, ad infinitum, pues el tejido es circular, repetitivo.

 

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