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El autor que nombró la muerte

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Juliana Muñoz Toro
30 de diciembre de 2022 - 11:00 a. m.
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Nunca había imaginado a la muerte como un personaje gentil, de levantadora a cuadros y con la leve sonrisa el que sabe qué va a pasar. Esa certeza única que tenemos, y que ignoramos, desde que nacemos. Esa es la muerte que nos presentó Wolf Erlbruch, autor e ilustrador alemán, quien falleció el pasado 11 de diciembre.

De los libros sobre este tema, el de Erlbruch es quizá el más delicado y bello que conozco: El pato, la muerte y el tulipán (Barbara Fiore Editora). Lo escribió e ilustró varias veces porque complicaba las cosas. Entendió que para llegar a la esencia de algo trascendental como el acto de morir debía simplificar la historia y sus elementos. Hasta que llegó a los tres que menciona en el título. Este libro álbum es una conversación entre el pato y la muerte, y se mencionan algunas de las creencias que tenemos acerca de qué sucede cuando ya no estemos en este mundo. O no estemos de la forma de siempre. ¿Qué será del estanque sin el pato? Ni la misma muerte lo sabe, pero hace una aproximación: “cuando estés muerto, el estanque se irá también -al menos para ti”. Morimos, y el mundo que conocemos muere con nosotros. Morimos, y el mundo fuera de nosotros seguirá su rumbo, como si nada.

El personaje del pato, al ser un animal que habla o piensa, puede ser cualquiera y a la vez nadie. Esto hace parte de las capas de lectura gracias a las que un niño o niña puede acercarse a este libro. Sin embargo, no ha estado libre de críticas de padres incómodos que no están dispuestos a tener estas conversaciones. Es que no hay diálogo sin preguntas difíciles. Erlbruch también tiene un libro sobre esto: La gran pregunta. En este, un niño se inquieta: ¿a qué vine al mundo? Hay múltiples respuestas según a quién se lo pregunte. Vuelve aquí la muerte y le dice: “estás aquí para amar la vida”.

En La señora Meier y el mirlo, el autor vuelve a proponer cuestiones trascendentales cuando la señora Meier se preocupa demasiado: “¿de qué te preocupas?”, le pregunta su esposo, “si hay sol o hay nieve es lo mismo, no podemos cambiar nada”. A Wolf Erlbruch le interesaba que pequeños y grandes miráramos mejor a nuestro alrededor, es decir, que descubriéramos otra forma de hacer y pensar. Tal vez así podríamos transformar el mundo, o al menos vivirlo a profundidad. “Sé que hay que pensar, buscar, tratar de que las cosas te hablen. No sólo los seres vivos (…). Y disponiendo de este saber quizás el mundo sea un poco más rico para ti”, dijo en una entrevista.

Que sea larga la memoria y muchos los libros que sigamos leyendo de este autor, quien demostró que el humor, la fantasía y la curiosidad en los libros infantiles son las formas más honestas y, quizá, eficaces para confrontarnos con temas complejos, incómodos. Porque eso somos: “pequeños hombres haciendo preguntas difíciles sobre nuestra pequeña existencia”.

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