Publicidad

Entre líneas

Leer “La ballena”

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Juliana Muñoz Toro
10 de febrero de 2023 - 01:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Ahora en cartelera y camino a los Premios Oscar, La ballena, la más reciente película de Darren Aronofsky, nos conmueve y perturba. En esta historia, basada en la obra teatral de Samuel D. Hunter, un hombre de 300 kilos, encallado en su sillón, busca una última posibilidad de redención: reconectar con su hija después de años de abandono. Hay varias sugerencias que podemos “leer entre líneas” gracias a los referentes literarios que aparecen en escena.

El protagonista, Charlie, es profesor de escritura. Para sus clases virtuales apaga la cámara, tal vez por vergüenza, e intenta dejar a los estudiantes un mensaje: “piensen sobre la verdad de sus argumentos”. No quiere que escriban cosas para complacerlo, sino que tengan una opinión, que sean honestos. Está cansado de las mentiras que está acostumbrado a escuchar.

Él está cada vez peor. Ya no respira, sino que resuella como una ballena. La muerte lo asecha y él se rinde a ella devorando, sin placer, lo que encuentra en su despensa. Pero que llegue, parece decir, siempre y cuando lo acompañen unas últimas palabras: las de un ensayo acerca de Moby Dick, de Herman Melville, que tiene en sus manos. El texto asegura que el marinero Ahab cree que su vida será mejor si es capaz de matar a la ballena. De alguna manera, Charlie opina lo mismo. Quiere liberarse del cuerpo que lo encierra y lo hace sufrir, aunque sabemos que ese no es el verdadero problema; hablar de la ballena, continúa el ensayo, es solo un camuflaje para ocultar su triste vida… al menos por un rato.

Llega a la ventana un pájaro negro al que este alimenta. Quizá se conecta con El cuervo de Édgar Allan Poe, quien visita al narrador en medio de un tormentoso duelo: quien tanto ha amado está muerto, “para siempre jamás”. El visitante toca la ventana, como la culpa del protagonista que lo lleva a la autodestrucción: “«… si un bálsamo habrá al fin a mi amargura»: dijo el cuervo: «¡Jamás!»”.

Finalmente, su hija le recuerda el poema Canto a mí mismo, de Walt Whitman. Son esas palabras de celebración de sí y de su cuerpo las que Charlie quisiera pronunciar, pero no puede. En cambio, se lamenta: “¿quién quisiera hacerme parte de su vida?”. El poema, colmado de naturaleza y deseo, es la antítesis del encierro y la soledad a la que llegó el personaje tras intentar salvar a otro, antes que a sí mismo: “yo te sostengo/ y te saco a flote como a un náufrago,/ no te ahogarás”. Entre tanto, Whitman le susurra a esta “ballena”: “Aventúrate en alta mar, flota,/ mírame confiado/ y arremete contra la ola”.

*julianadelaurel.substack.com

Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.