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Cuando el escritor Cormac McCarthy estaba en la universidad su profesor de lengua inglesa le pagaba para que le ayudara a editar libros de texto. Hubo un encargo en particular que influenció el estilo con el que trabajó en obras como La carretera y Meridiano de sangre. Debía revisar la puntuación de unos ensayos del siglo XVIII. Aunque estos autores escribían muy bien, la puntuación le pareció confusa y no estandarizada.
Terminó entonces por reescribirlos, hacerlos más simples. “Creo en puntos y letras capitales y la coma ocasional”, dijo hace años en una entrevista con Oprah Winfrey. En sus años de formación, siguió buscando la claridad, más que la simplicidad, de su prosa. Quería que sin la necesidad de usar guiones o comillas los lectores pudieran entender quién estaba hablado y cuándo lo hacía. Eliminó el punto y coma de su reparto y limitó al máximo los dos puntos. Esto le exigía hacer frases cortas en las que predominaban los puntos, las comas y los signos de interrogación.
Lejos de ser una decisión caprichosa, esta forma le permitió llegar al fondo de su trama. McCarthy admiraba a James Joyce, quien también mantenía la puntuación al mínimo para lograr con maestría el flujo de la conciencia de sus personajes. Es decir, para reproducir esa experiencia subjetiva de la mente en la que las ideas surgen, saltan, se van. Todo en tiempo real, ininterrumpido.
Las largas cadenas de pensamiento y el monólogo interior también hacían parte del estilo de Virginia Woolf en La señora Dalloway. Por su parte, José Saramago en Las intermitencias de la muerte, daba inicio a los diálogos con mayúsculas después de las comas para lograr esa mezcla de pensamiento y diálogo. El poeta E.E. Cummings balanceaba la falta de puntuación con la disposición visual de sus poemas y así lograba el ritmo deseado.
La narrativa de Cormac McCarthy también remite a la historia oral, de nuevo, gracias a una puntuación mesurada. Algunos lectores cuestionan la legibilidad de este estilo, mientras que otros aseguran que, una vez adaptados a las reglas del juego McCartiano, la prosa fluye sin problema.
Semanas después de la muerte del escritor estadounidense, una de las múltiples miradas que se le puede dar a su obra es esta: la de los signos de puntuación, esos que siempre parecen estar en un nivel inferior que el de las palabras, pero que le dan respiración y alma a las historias. McCarthy conocía de sobra las normas y por eso pudo jugar con ellas para reflejar la experiencia subjetiva de sus personajes. Hacerlos inmortales, como a él mismo.
*julianadelaurel.ssubstack.com
