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Río de hilo

Juliana Muñoz Toro

01 de junio de 2023 - 09:00 p. m.

El lenguaje es el hilo. Nuestras relaciones con el otro y con el espacio son el tejido. Esto sucede en Río de hilo: reflejos de selva (Editorial Azul de Bolsillo), de Íngrid Vanessa Canizales, una bitácora bordada de un viaje por el río Amazonas en distintos barcos.

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El río como hilo conductor entre la gente que lo habita y lo que la autora vivió, pensó, saboreó y sintió en su paso por él. Sentir, eso que se hace principalmente con las manos. Los dedos que ajustan la aguja, que miden la hebra.

Bordar en la borda del bote, o al borde del río, fue un motivo para dejar las pantallas, cambiar lo urgente por lo vital: “Aquí hay cero señal, cero wifi, cero conexión virtual, ciento por ciento conexión vegetal”. Saber que en el aburrimiento se encuentra también la belleza. Que escribir, bordar, leer y repasar el paisaje no son labores para matar el tiempo, sino para dotarlo de experiencia: “Los hilos van dejando rastro de lo vivido. El bordado tiene una conexión muy fuerte con la continuidad, con la constancia, con la repetición (…) Adoro estar activa con el tambor y levantar la mirada para encontrar este presente, este paisaje, esta gente”.

Es distinto cómo se mira con un bastidor en la mano y ser testigo del tiempo en esa hamaca en la que Canizales hacía su labor. El movimiento propio se volvía uno con el del bordado y con el río: “Viajar es la manera más directa de lanzarse a una curva más amplia, ir tan lejos que los ojos no pueden ver la orilla”.

Cuando no bordaba o escribía, intentaba mimetizarse con el espacio para luego describirlo mejor. Iba lento, como saben hacer la hilandera, la tejedora o la costurera, para ver al otro y transmitir una intención de cuidado en su labor: “Se escucha más, se aprende del mundo a través de la otra persona, se conoce el territorio y los lugares que se habitan, a partir de las rutinas compartidas de la comunidad”. Incluso, en algunas paradas, Canizales, tras ser abordada por niños y niñas curiosos de su dechado, les enseñó algunas puntadas. Cada quien hablaba su idioma nativo, en la tela el lenguaje era universal.

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Una cosa son las palabras de la autora y otra, las imágenes cuya textura de hilo parece sentirse sobre el papel: el lirio acuático, la taza del primer té, las ondas del agua, la gama de un atardecer, la baldosa de cerámica, las guacamayas y el colibrí, el mapa con los pasos delineados con punto bastilla. Aguja que entra y sale, fluida, por la tela: “Fluir es la palabra más exacta que describe el viaje, fluir como el río, eso es viajar”.

*julianadelaurel.substack.com

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