Repite el coro que el Joker 2 fracasó rotundamente. Que es demasiado lenta, demasiado musical, demasiado Gaga. Repiten los críticos que la razón del fracaso es que costó mucho y recaudó muy poco. Repito yo, que es simplista asegurar el fracaso de una obra teniendo como único criterio el aplauso sincrónico del público.
Cuando Stravinsky estrenó La consagración de la primavera, el público también dijo que era demasiado lenta, demasiado rara, demasiado abstracta. Según la artista francesa Valentine Gross, “la gente gritaba insultos, chillaba y abucheaba al compositor”. Un siglo después, entendimos que ese ballet revolucionó la tonalidad, la métrica y la sonoridad consonante. Fue, en pocas palabras, el principio de la evolución musical del siglo XX. Algo similar ocurrió con Rayuela, la novela de Cortázar, y resultó ser la reinvención de las estructuras canónicas del género y el auge de la conciencia río, o con Bohemian Rhapsody, de Queen, que hoy es objeto de estudio en las clases de composición comercial.
No estoy comparando al Joker con el ballet de Stravinsky, ni con Rayuela ni con Queen. Estoy abriendo la discusión. Desde el título mismo, la película sugiere una ruptura con lo que estamos acostumbrados a encontrar en las sagas de superhéroes y villanos. Joker: Folie à Deux hace alusión al nombre en francés que recibe el trastorno de psicosis compartida, que consiste en contagiar a otra persona de una paranoia o delirio propio. Esa debió ser la primera pista para saber que no íbamos a encontrar sangre ni explosiones, sino una exploración de la psiquis del Joker y su pareja Harley Quinn.
El reto de Todd Phillips era recrear esos estados de alteración y ponerlos en la pantalla. Decidió hacerlo a través del sonido, lo que me resulta, en concepto, totalmente acertado. ¿Qué hay más psicótico y contagioso que la música? Y sea este el momento para elogiar el trabajo de Hildur Guonadóttir, compositora y chelista holandesa, que se encargó de la banda sonora. Gonna Build A Mountain es un metáfora bellísima en letra y sonido.
Al principio, las canciones enmarcaban los momentos delirantes de los protagonistas, pero luego esas líneas se hicieron borrosas, tanto que al final, no teníamos claro qué había sido real y qué psicosis. Tal como le ocurrió al Joker y a Harley Quinn en la película. Ya no era una Folie à Deux, era una Folie à tout. Así que funcionó.
El coro insiste en que destruyeron al Joker, pero yo no estaría tan segura. Todd Phillips, el director y guionista, puede estar ampliando los límites de lo que concebimos como cine de superhéroes, creando relatos internos y no externos en un género de acción, construyendo villanos desde espacios metafísicos, o fracasando rotundamente. Solo el tiempo nos sacará de dudas, el aplauso diacrónico.