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La historia siempre la cuentan los vencedores. Hasta en la música: un pasillo y un bambuco, Peralonso y Palonegro, se disputan la banda sonora de la Guerra de los mil días.
El 17 de octubre de 1899, 5.000 hombres liberales, en su mayoría campesinos y con armas de dudosa efectividad, se tomaron varios pueblos de Santander como respuesta al cambio de constitución que impulsó Rafael Nuñez: de la de 1863, federalista, los colombianos pasaron a regirse por la de 1886, centralista. Dos meses más tarde, llegaron al Norte de Santander y a las inmediaciones con Cúcuta, y vencieron a los 8.000 soldados del Ejército Nacional que había enviado el gobierno. El oriente del país se proclamó República Liberal y eligió a Gabriel Vargas Santos como presidente. Ese momento pasó a la historia como la Batalla de Peralonso y para inmortalizarla, Carmen Marique, militante del Partido Liberal, escribió un pasillo que lleva el mismo nombre.
La cruzada liberal siguió avanzando con el objetivo de llegar a Bogotá y controlar el país desde la capital. Cuando iban por el camino de Palonegro, por la vía a Bucaramanga, fueron emboscados por el ejército y, tras un buen tiempo resistiendo, resolvieron esconderse en la manigua. La humedad, los insectos y el cansancio los debilitó lo suficiente para que, tras una guerra de guerrillas, fueran derrotados por los conservadores. El 21 de noviembre de 1902, ambos bandos firmaron el Tratado de Wisconsin y se acabaron las hostilidades. El bambuco con el que se celebra ese triunfo del gobierno se llama Palonegro y fue compuesto por José Eleuterio Suárez o Leopoldo Cogollo Tatis, según la versión que elijan creer.
De Peralonso saben muy pocos, pero de Palonegro sabe todo el mundo. Lo hemos escuchado, aprendido y bailado desde el colegio. Me atrevo a decir que es parte de las lecciones de historia nacional que reviven sagradamente el 7 de agosto y el 20 de julio. Lecciones que no aprendimos del todo, porque la Guerra de los mil días dejó 100 mil muertos, 150 mil heridos, una iglesia con más poder del que merecía, una crisis económica gigante y un país dividido. Pero como, repito, la historia la cuentan los vencedores, de Peralonso y de los muertos ya nadie habla.
