Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Está por terminarse la 37º Feria Internacional del Libro. Una edición a la que le faltó música, inmersión y diálogo editorial; con más autores que lectores y en la que pareciera más sencillo publicar un libro que comprar uno. Una edición en la que el tema principal no logró pasar de un slogan y en la que, salvo algunas conversaciones, pasó de agache entre los invitados.
Pero aún así, siempre habrá cosas para aplaudir:
El crecimiento de los espacios independientes: sellos como Cardumen que le apuestan a la poesía joven y experimental con publicaciones como El oráculo, de Pedro Lemus. Un ciclo de poemas que emulando el oráculo de Delfos ponen al lector en un rol activo y le permiten jugar con el libro, haciéndole preguntas e interpretando sus respuestas. Una buena forma de entrar en la poesía y desmitificar esa idea de que es la más alta de las culturas, hecha solo para lectores especializados.
El valor de los libros como objetos: para este momento de la historia, queda más que comprobado que el papel no va a desaparecer. Si bien es cierto que el universo digital ha sumado nuevas relaciones entre libros y lectores, los impresos siguen encontrando nuevas maneras de habitar la literatura. Libros hechos a mano, prensados y cosidos artesanalmente que tienen adentro las letras de nuevas voces colombianas, como ocurre con los de Frailejón Editores; libros que llegan por sorpresa, recomendados por grandes escritores y unen lectores en clubes que rescatan las olvidadas tertulias, como los de Tinta Club del Libro, o libros tradicionales que han sido personalizados y dedicados por sus autores a lectores que hacen filas eternas en los espacios de firmas.
La visita de Javier Cercas: el autor de El loco de Dios en el fin del mundo puso sobre la mesa varias claves para entender la relevancia del Papa Francisco en el siglo XXI. Ninguna de ellas desde la fe o la santidad. Cercas, abiertamente ateo, acompañó a Bergolio en uno de sus viajes y escribió una novela/ensayo/crónica que analiza de cerca el funcionamiento del Vaticano, el poder papal y la importancia del cristianismo primitivo.
Las discusiones sobre la utilidad de la literatura: “¿cómo seguir escribiendo en un mundo como este, que vive un genocidio en Gaza, una guerra un Ucrania y una cruzada xenofóbica liderada por Trump?”, se preguntó Laura Restrepo en un panel compartido con Piedad Bennett y Pilar Quintana. ¿Para qué sirve hacer novelas cuándo la humanidad pasa por una de sus épocas más espantosas? La conclusión fue unánime: la literatura no es un arte meramente estético, es una apuesta política y social; un espacio de reflexión filosófica y una forma vivencial de entender realidades ajenas. Es necesaria, ahora más que nunca.
@LauraGalindoM
